El Cristo es la Vida. Nosotros, Sus Discípulos, debemos vivir el agradecimiento. Cuando damos las gracias, Su Amor y Su bondad, es con nosotros en el mismo momento que le aceptamos y acogemos en nuestro corazón, a Él que es Amor.

Quien en verdad da las gracias de corazón, ese ya ha recibido, no necesita pedir, no necesita preguntar si lo va a recibir. El agradecer de corazón, lo abarca todo; en él, está activo todo por lo que damos gracias.

Miremos. Fue nuestra alma la que le sintió a Él, la que le reconoció. Era y es, nuestra alma, la que nos empuja para que nos acerquemos a Él.

Bienaventurado aquel hombre, bienaventurada aquella alma que puede dar gracias por todo, dar las gracias de todo corazón, pues sobre todo, en el agradecimiento, hay alegría infinita. De la alegría crece la fuerza para las obras verdaderamente altruistas y en ellas, nace otra vez el amor desinteresado. De esta manera, el hombre llega a ser realmente apacible, dulce y humilde. Es el que con el cambio de Era, poseerá la Tierra.

Dad las gracias. ¡En el agradecimiento hay tanta fuerza…!; en él, reconocemos la grandeza de nuestro ser. Si hemos reconocido esto, entonces estaremos cada vez más por encima de las cosas diarias, de los pequeños acontecimientos que a veces nos hacen sentir mal.

Estos, ya apenas nos afectarán, porque hemos removido la grandeza en nosotros y vivimos de acuerdo con ello. La grandeza de nuestro ser es el Espíritu, que sabe acerca de todas las cosas, que las percibe y al cual nada permanece oculto.

El Cristo, desea conducirnos para que volvamos a ser lo que realmente somos en la profundidad de nuestro ser: Un Hijo de Dios. Practiquemos el agradecimiento y no esperemos nada más. Demos todavía las gracias, cuando nuestro Hermano en la Orden, o cualquiera de nuestro prójimo esté contra nosotros. En este agradecer y aceptar, todos los pensamientos contrarios desaparecen muy pronto y también lo hacen los residuos contrarios al comportamiento Crístico, que estos pensamientos negativos dejan en nosotros. Así, los marchitaremos y eliminaremos poco a poco. Con ello, tenderemos a sufrir menos y en consecuencia estaremos más aliviados.

Quien acepta agradecido todo lo que recibe, desarrolla en su interior una alegría intensa y ésta, nos eleva hacia la vida superior, donde podremos reconocer y cumplir con las Leyes superiores del Amor y la Paz, en la unidad y la armonía.

Muchos de nosotros, estamos inmersos en la Ley de Causa-Efecto, quejándonos de todo lo que al parecer sin causa, cae sobre nosotros, y que llamamos “destino”. Nos auto compadecemos porque pensamos que tenemos que llevar a cuestas nuestro propio destino, y esto es cierto, si seguimos inmersos dentro de esa Ley. Y eso se produce, si una y otra vez, cometemos los mismos errores; si caemos reiteradamente en las mismas faltas sin intentar corregirnos, alimentando pensamientos y palabras que nos arrastran una y otra vez, al mismo corazón de la Ley. Entonces, tenemos una pesada carga, que no podemos alegremente verter en el Cristo, con la esperanza de que resuelva nuestros problemas, sin hacer nada por nuestra parte, (“ayúdate y te ayudaré…”). Fatigados y cargados, pasamos por la Tierra lamentándonos, atados a cosas que nos hacen sufrir, todo por no plantearnos de una manera consciente, que lo que nos ocurre solo es el resultado de nuestras acciones.

Y de cuando en cuando gritamos “Señor, Señor ¿cuándo llegará el momento en que me ayudes?”.
Probablemente, Él nos contestará en nuestro Santuario interno “Hijo mío, retorna, recapacita, no te quejes, no te lamentes, no condenses la carga de tu alma, no la incrementes”…. .

Algunos contestaremos “ Señor, ¿qué debo hacer?”, y el Cristo seguramente nos dirá: “Ama hijo, y agradece”. Y seguimos preguntando: “¿Cómo debo amar?, pues yo creo que amo a mis semejantes, ¿qué tengo que agradecer si he de llevar el destino, la miseria, la enfermedad, la angustia y muchas preocupaciones?”. El Señor dirá: “Hijo mío que dices que amas, ¿a quien lo haces?. Mírate a ti mismo, ¿acaso no amas solo a aquel que es bienintencionado contigo, el que no te lleva la contraria, el que solo te halaga?. Esto es amor propio, egoísmo. Por tanto ¿dónde ves en ello la grandeza?. Ama a aquel que es molesto contigo, el que es hipócrita, te insulta o te calumnia; el que te llama al orden y eso te humilla. El que te devuelve mal por bien. Ámale a él y entonces es cuando verdaderamente empiezas a amar, entonces es cuando demuestras grandeza. Solo cuando actúes así, podrás amarme a Mí, tu Señor y tu Dios. En este amor, aprendes también a darte cuenta que te cargaste tu mismo y solo es el resultado de lo que cósmicamente te es devuelto”.

Si aprendes el verdadero agradecimiento, el de corazón, ya no seguirás haciendo cosas que ahora quizás reconoces tu propia autoría. En ese momento, purificas tu ánimo, tus sentidos y también tu alma; entonces, entrarás en vibraciones más elevadas, saldrás de la Causa-Efecto hacia la Ley del Absoluto, que YO SOY; y me sentirás a Mi, tu Padre, que también soy Madre para ti, y en tu corazón entrarás en la Fraternidad del Cristo, que ha sido tu Redentor.

Esta es verdadera libertad, la cual el Padre nos regala más y más a través de Su Hijo. Quien ha alcanzado la libertad en el Espíritu, ese, aunque viva en el mundo, no es ni está ya en el mundo. Hará y desarrollará su trabajo y obligaciones dentro de la sociedad del mundo, pero él no entrará en ella, y será una columna radiante del Amor, de la Paz y la Armonía, con mayúsculas. Para encontrar la salida de nuestros reveses y golpes del destino, empezaremos por amar desinteresadamente y agradecer de corazón; así, amaremos a aquellos que en apariencia no nos corresponden

Amemos a los Reinos de la Naturaleza, enviemos las fuerzas del amor y sepamos que en realidad lo que vemos, está en esencia en nosotros. Demos las gracias, por la flor bella que encontramos junto al sendero y por la grandeza de los animales que surcan los cielos, las aguas y la tierra, ayudando a individualizarse a los que tenemos en nuestras casas como animalitos de compañía.

Mirémosle bien. Es una faz solar la que nos está mirando; es la Vida la que nos irradia. Esas humildes florecillas del campo, tocan primero nuestra aura, después nuestro ánimo y al fin nuestra alma. Allí desatan los efectos negativos que quizás todavía existen en nosotros con respecto a estos reinos; y si vemos un animal sencillo, demos las gracias, porque desde su interior, fluyen fuerzas hacia nosotros y realizan lo mismo que la flor desde el aura hasta el alma.

Demos gracias cuando tenemos dolores, porque éste también es positivo. Cuando lo hacemos, no acogemos lo negativo, el dolor, sino lo positivo en el dolor, pudiendo así experimentar como las fuerzas del amor llegan a ser activas en nosotros, en nuestra alma.

Si sentimos alegría, demos también gracias por ella, y entonces sentiremos que la alegría se incrementa en nosotros y que de nuestro interior emerge la sensación “Padre mío, yo quiero llevar la alegría que ahora siento a mi hermano, a mi prójimo”. Y ella, alegre y vivificadora, nos empuja a salir y quizás nos encontremos con una persona, que en el exterior nos es extraña, pero no en el interior, pues en realidad, está muy cerca de nosotros. Sin palabras, irradiaremos alegría en su corazón y en su alma. Hemos vertido algo de nosotros en él o ella, y al vaciarnos, se cumplirá en nosotros aquello de que Dios nos dará el ciento por uno; y como gráficamente vemos en el árbol de la Cábala, descenderán hasta nosotros, por sus Esferas (Sephirots) y Senderos, como vasos comunicantes, las abundancias de nuestro Padre. A lo mejor, no eres lo suficientemente sensible para notarlo, pero en tiempos futuros, veremos como esto se ha cumplido, pues la alegría desinteresada que damos a nuestro prójimo, viene de muchas maneras a nuestro corazón y a nuestra vida.

De todo lo que es desinteresado, nace más y más el amor desinteresado también; así será cada vez más grande y poderoso en nosotros, y llegará el tiempo en que realmente, nos habremos convertido en el Amor mismo. Entonces, ya no agradeceremos ni nos tendremos que esforzar en ver lo bueno en todo, incluido nuestro prójimo, porque ya seremos Profetas, y todo lo que sentiremos y lo que hagamos, será amar, por lo cual entraremos en el Cristo y Él será pleno en nosotros.

Tenemos que reconocer que la vida terrenal solo es insoportable para aquel que se queja constantemente, que se lamenta una y otra vez, que solo ve lo malo en su prójimo y habla horas y horas de ello; así será cada vez más del mundo y se sentirá separado del Señor, la Fuerza eterna.

Ahora, sabemos de las Leyes del Amor, de la Paz y la Alegría. Aceptemos de buen grado, lo que se explica en esta Meditación. Empecemos a amar, a agradecer de corazón y experimentaremos en nosotros alegrías y más alegrías, y los hombres del mundo, verán milagros en nosotros. Se nos abrirán muchas puertas, y también lo que todavía está oculto; lo que presentimos. Y detrás de todo esto está el Espíritu, aunque no lo veamos. Nosotros, podemos ver la manifestación del Espíritu, la vida manifestada, no la materia misma. Esta es creada por pensamientos que se han condensado y hecho realidad. Ennoblezcamos nuestros pensamientos y veremos detrás de la materia, a la Vida que hay en todo.

Hermanos, hermanas, actuemos según el sentido del Amor sagrado y así encontraremos la salida en la Ley de Causa-Efecto hacia la Ley primordial que es el YO SOY, el Verbo Creador, de eternidad a eternidad. Él, es la fuente del Amor que fluye eternamente y que está en cada uno de nosotros, como fuerza que nos impele a buscar la Verdad primigenia.

El, es el Amor y la Paz. Intentemos que de verdad, reine en nuestros corazones.
Todos los derechos reservados. Copy Right 2.009. Orden de Sión.