Autora: Soror M.L.

En los días que corren no dejamos de escuchar por doquier la palabra “crisis” (“estamos en crisis…..”, “España está en crisis…..”, “Europa está en crisis……”, “el mundo está en crisis….”). Y todo aquello que oímos, solamente se encuentra relacionado con una cosa: “el dinero”. Nos movemos sólo por la economía, el materialismo, y por todo aquello que creemos o nos han hecho creer que nos da poder.

Es cierto que hoy en día, el dinero es lo que nos permite desgraciadamente vivir. Y digo desgraciadamente por el uso normalmente que de él hacemos. Nos basamos, y sólo miramos todos los bienes materiales que tenemos y los que nos faltan para poder ser considerados dentro de un status social denominado “clase social media-alta”; porque pertenecer a una más baja nos quita los privilegios de ser considerados “normales” dentro de la sociedad que nos han impuesto vivir.

Hacemos las cosas por egoísmo, pensando en qué vamos o podemos recibir a cambio; incluso lo hacemos sin darnos cuenta de la manera que estamos actuando. Somos autómatas, nos parecemos ya a los robots que hace unas décadas nos ilustraban en las pantallas de los cines pronosticándonos el futuro. Pues bien, el futuro ha llegado, es nuestro presente, y los robots que nos dejaban estupefactos entonces, resulta que somos nosotros. La sociedad nos maneja a su antojo dependiendo del botón que pulse en ese momento, como cual orden dada, todos nos movemos en el mismo sentido sin pararnos a pensar qué estamos haciendo. Y realmente yo dejo unas preguntas en el aire: ¿qué estamos haciendo?, ¿en qué nos hemos convertido?, o mejor dicho, ¿en qué hemos dejado que nos convirtieran? La respuesta es sencilla, sólo hay que querer mirarnos sinceramente por dentro a nosotros mismos, parar el ritmo por un instante, dar un paso hacia atrás y mirar en perspectiva el paisaje que tenemos delante. “Verdaderamente desolador”. Y lo es más aún cuando uno se da cuanta que sus iguales ni siquiera se enteran, viven por y para ello, no importa nada más………….

Quiero dejar claro que a mi entender, esto no es culpa nuestra directamente en todo. Esta decadencia de la humanidad comenzó hace mucho. Algunos intentaron avisarnos, en varias épocas sucesivamente, pero el egoísmo y el poder cegó toda cordura e insonorizó a nuestra propia conciencia.

Miremos hacia donde miremos, sólo vemos desgracias. La mayoría de noticias que se nos comunican por el medio que sea, son negativas: Guerras, terrorismo, fraudes, asesinatos, violaciones, parricidios, violencia de género, drogas, vandalismo, acoso escolar, etc.….. Y todo esto a nivel nacional o mundial. Pero si estrechamos un poquito más el cerco y acercamos la mira a nuestro entorno, ¿qué vemos?: “lo mismo”. Me apena terriblemente ver y descubrir el uso que damos, en general, a nuestro carácter espiritual: “Ninguno”. ¿Tan difícil sería pararnos un momento a pensar cómo es nuestra vida realmente si le quitamos lo material? Muchos si lo hiciesen descubrirían horrorizados que su vida está vacía en todos los aspectos. ¿Tan difícil resulta ser humilde?, ¿tan difícil es tender la mano a nuestro hermano o semejante necesitado sin pensar en qué nos va a dar a cambio?

Y hablo con conocimiento de causa. En las mismas familias, entre padres y hermanos hay rencores, calumnias, falsedad, falta de respeto, rivalidad, falta de ética, etc.….; si esto es así, ¿cómo no va a estar nuestro mundo en las condiciones que se encuentra?. ¿Qué se le está transmitiendo desde hace décadas a las generaciones que nos sucederán? Las respuesta es fácil, tal y como decía al empezar esta exposición: ¿Cuál es la verdadera crisis que estamos viviendo?, ¿la material o la espiritual que es la que nos aporta los verdaderos valores humanos para con nosotros y nuestros semejantes?

Si he querido hacer hoy alusión a este tema que tan primordial es para mí, ha sido y es por compartir con vosotros, mis hermanos y familia espiritual, mi sentir al respecto y mi pesar; a la vez que manifestar que lo que he encontrado aquí, en la Orden del Temple, (el Temple Espiritual), junto a vosotros, es precisamente lo que en mi familia sanguínea y allegados nunca había encontrado a pesar de luchar contra corriente por conseguirlo.

Reconozco que hubo un tiempo en que me perdí totalmente, ya no creía en nada ni en nadie, ni siquiera en mí misma. Me hallaba en un mundo que no reconocía, rodeada de materialismo, chantaje emocional y marginación. Perdí hasta la fe, no voy a negarlo, pues así fue. Pero es que la fe que me enseñaron e inculcaron era errónea, ahora sé que por eso era incapaz de mantenerse y que yo la pudiera reconocer.

Toqué fondo, si, ¡y cuánto me alegro hoy de ello! Empezó mi verdadera búsqueda. Tuve el valor de soltar lastres, y por primera ver “ser yo misma”. Al cabo de un tiempo de luchar en solitario aparecisteis vosotros; cuán verdadera es la frase que dice: “Cuando el discípulo está preparado, el Maestro aparece”.

Vosotros no me pedisteis nada a cambio y me ofrecisteis vuestra hospitalidad desde el primer momento tendiéndome la mano.

Sabiendo de mis dolencias habéis estado presentes en cada momento malo, a pesar de la distancia.

En mis dificultades del día a día me habéis prestado apoyo, me habéis ayudado y escuchado.

Puedo afirmar que después de tan ardua búsqueda, por fin encontré y me reuní con mi verdadera familia. Con mi verdadero Padre, con mi verdadera Madre, con mis verdaderos Hermanos, que no por sanguineidad, pero que así siento. Y lo más importante encontré y reconocí a mi CRISTO.

Creo que mi testimonio está dado, y nunca fue más verdadera la cita que encontramos en la Biblia: “Por su hechos los conoceréis”, helos aquí.

No me queda más que deciros que me encuentro en mi sitio, estoy dónde siento que pertenezco, y que espero que permanezca por siempre mi unión con la Orden del Temple, y con vosotros, mi familia y el CRISTO.

Por último hacer una llamada de reflexión a todos los hermanos en CRISTO, y alcemos alto y claro la pregunta con la que iniciaba esta exposición. Que podamos ayudar a que nuestros semejantes encuentren su CRISTO y les sea dada la luz para que todos juntos, y no sólo unos pocos, podamos regresar con gloria la Casa del Padre.

Y para terminar me gustaría hacer unas lecturas del Evangelio de San Mateo (6 19-34, y 7) que creo tienen mucha relación con mi exposición.
Non Nobis.

Copy Right. Orden del Temple. 2.009.