En la entrada anterior dimos un somero resumen de los tipos de puerta más representativos. Como se pudo ver, franquearlas no era cosa baladí, si bien a veces se conseguía. Pero los agresores aún podían encontrar más obstáculos para hacerse con el control de la fortaleza. Pero antes de entrar en el tema, quiero hacer una aclaración.
Es habitual que la gente piense que las puertas de estos edificios se cerraban mediante la típica tranca sustentada sobre unos soportes metálicos, imagen que el cine nos ha dado constantemente. Bien, pues eso es completamente falso. Las puertas se cerraban mediante unas trancas corredizas que iban empotradas en el muro, deslizándolas de un lado a otro tal como puede verse en el croquis inferior.

Igualmente carecían de bisagras. Giraban sobre unos goznes cilíndricos que quedaban empotrados en unos sillares llamados ranguas. Por eso, cuando entréis en un castillo, observaréis que, a ambos lados de la puerta, hay dos huecos cuadrángulares de aproximadamente 15 ó 20 cm. de lado. Eran para alojar el alamud, que era el nombre que recibía la tranca de madera o incluso de metal para cerrar la puerta.

Y, como conclusión a ésta aclaración, un detalle más. Todos hemos oído mil veces la expresión cerrar a cal y canto. Su origen están precisamente en los asedios a castillos o ciudades en los que los defensores, a fin de evitar sorpresas, tapiaban las puertas secundarias y las poternas. O sea, tapiaban con cantería unida con mortero de arena y cal: Cal y canto. Y dicho esto, prosigamos.
El obstáculo más habitual tras la puerta solía ser una rampa por la que se accedía al albacar o plaza de armas. Pero, en muchas ocasiones, dicha rampa transcurría a través de un largo pasillo encajonado entre dos muros sobre los cuales los defensores hostigaban a los atacantes, que a duras penas podían defenderse de la lluvia de piedras, flechas, etc. que caía sobre ellos. En el croquis inferior podemos ver un ejemplo:

Como vemos, tras la puerta defendida por dos potentes cubos, los atacantes debían girar forzosamente a la izquierda, atacados por los flancos a lo largo de la rampa. Tras la misma, una nueva puerta defendida además por otro cubo. O sea, que el asalto se les complicaba enormemente. Pero estas rampas podían ser aún más sofisticadas, como se ve en el siguiente croquis:

En éste caso, vemos que la puerta está defendida por un cubo. Tras ella, una rampa a la izquierda, un recodo, y la rampa continua hacia la derecha. Mientras tanto, los defensores hostigan por ambos lados a los atacantes, por lo que llegar hasta el patio de armas es aún más arriesgado. Las dificultades aumentaban en función de la imaginación del alarife que construyese la fortaleza. Estos dos ejemplos son una mera muestra, pero las combinaciones podían ser muchas más: rampas cubiertas, fosos a mitad de camino, pasillos falsos sin salida, aspilleras a media altura… En fin, la cuestión era ponérselo lo más difícil posible al enemigo.
Pero, a veces, los asaltantes conseguían franquear éste nuevo obstáculo, llegando a la plaza de armas. Sin embargo, en modo alguno significaba que ya tenían el control de la fortaleza. Los defensores podían seguir ocupando los adarves, los patios de armas podían estar partidos por muros interiores, y aún quedaba por reducir el último bastión: La torre del homenaje. De estas cosas hablaremos en la siguiente entrada.

Como colofón, en la imagen inferior puede verse un ejemplo de lo dicho: La largo pasillo que encontramos tras pasar por la puerta de la alcazaba de Alcalá de Guadaira. Como se ve, transcurre entre dos murallas. Al fondo, una torre obliga a efectuar un giro a la izquierda para luego, ya fuera de la imagen, llegar al primer patio de armas, el actualmente llamado Patio de los Silos. No era el único. Había otros dos más a continuación, a los que se llegaba tras una nueva puerta en recodo situada en una torre, otra puerta más para cruzar al tercer patio y, finalmente, una cortina defendida por un foso para poder llegar a la torre del homenaje. Obviamente, ésta fortaleza era de las consideradas como inexpugnables.

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