Como es envidente, el objetivo primordial de cualquier agresor que quería hacerse con el control de una fortaleza era la puerta. Sólo cuando ésta estaba muy bien defendida, protegida por barbacanas, fosos, etc., se optaba por otros medios, tales como batir murallas con arietes, minar las mismas, recurrir a bastidas, etc. De eso hablaremos cuando toque detallar los medios de que se valían los invasores para llevar a cabo un cerco. Ahora toca hablar de las puertas.
Las puertas, como se ha visto en la entrada anterior, solían defenderse con matacanes para hostigar a los que intentaban acceder por ella. Si ante la puerta no había otra cosa que los persuadiese de su intento, como los medios antes mencionados, siempre cabía la posibilidad de franquearla. Pero, en muchas ocasiones, franquearla no significaba que la victoria era cosa hecha. Tras esa primera puerta podía haber muchas sorpresas esperando a los atacantes, y los alarifes de la época idearon multitud de diseños para dificultar al máximo la tarea al enemigo. Veamos algunos ejemplos:
1: LA PUERTA EN RECODO. Era un diseño típicamente árabe. Podemos verlo, no sólo en las fortalezas de origen andalusí, sino incluso en las cristianas que, convencidos de su utilidad, las emplearon en las fortificaciones de nueva planta. Un ejemplo de ello lo tenemos en el castillo de Santa Olalla de Cala, construido por orden de Sancho IV a finales del siglo XIII.

En el croquis superior podemos ver como era éste tipo de puerta. Se abría por sistema en una torre. La primera puerta, como puede observarse, queda mirando hacia la muralla, de forma que los atacantes podían ser hostigados desde el flanco. Si conseguían entrar, se encontraban con otra puerta más, y con dos dificultades añadidas: Primeramente, el escaso espacio disponible en el interior de la torre les impedía el uso de arietes. Y en segundo lugar, era habitual que en la bóveda de la cámara inferior de dicha torre se abriese una abertura para, desde ella, seguir hostigando a los agresores desde la cámara superior, tal como podemos ver en el plano de alzado del croquis inferior. Un ejemplo muy ilustrativo de éste tipo de puertas lo tenemos en las de la cerca urbana de Niebla, la antigua Medinat al-Labla, en Huelva.

En principio, la puerta en recodo era el sistema más básico, aunque eficaz, que hemos visto. Pero en modo alguno era el único. En otras fortificaciones, como por ejemplo la del alcázar de la Puerta de Sevilla de Carmona tenemos un sistema mucho más sofisticado. Ahí lo tenemos:

Ésta puerta no es en recodo, como se puede ver en el plano de planta. Pero es muchísimo más complicada de franquear. Tenemos una puerta, situada en una torre, tras la cual hay otra más. En muchos casos se añadían incluso rastrillos para dificultar aún más la entrada. Si el enemigo lograse pasar de esa torre, que además contaba con aberturas superiores para hostigarles, se encontrarían en un patio interior rodeado por los adarves de la fortaleza, desde los cuales seguirían siendo atacados. Y a partir de ahí se encuentran con otra torre exactamente igual que la que han dejado atrás. En pureza, éste tipo de puerta era prácticamente inexpugnable. En el caso de Carmona, Fernando III tuvo que conformarse con pactar con los defensores de la plaza el que si no recibían ayuda en un plazo de 6 meses, se rendirían. A fin de no retrasar su avance hacia Sevilla, dejó allí una pequeña mesnada al mando de Rodrigo González Girón para impedir a los carmonenses salidas contra su zaga, pero Carmona sólo se rindió cuando el plazo pactado se cumplió. Y es que intentar tomarla por la fuerza, con el único acceso viable defendido de esa forma, era simplemente imposible con los medios con que contaban.2: PUERTAS DOTADAS DE PUENTES LEVADIZOS. Éste sistema defensivo era aún más complicado de franquear. Rodeando la muralla, se cavaba un foso que, si había cerca algún curso de agua, podían practicarse un alquezar para inundarlo, lo que dificultaba aún más la tarea de los atacantes. Con todo, los más habituales eran los fosos secos, si bien era normal que se anegasen en época de lluvias.
En el plano de alzado superior podemos ver claramente en qué consistían. La muralla, ante la que se abre un foso, defiende su puerta con un puente levadizo que se manipula mediante un torno situado en una cámara abierta en el interior de la muralla o torre en la que se encuentra la puerta en cuestión. Para ello se recurría a gruesas cadenas, y no por el peso de la pasarela, que con unas gruesas sogas se podía mover sin problemas, sino para impedir que los atacantes las cortasen. Éste sistema de torno se usó hasta finales del siglo XV aproximadamente. Luego apareció otro sistema más cómodo y rápido, que eran los contrapesos si bien el sistema de torno nunca se abandonó. De hecho, muchos fuertes edificados en el siglo XVIII seguían usando ese método.
Acabar ésta entrada comentando que no en todas las fortificaciones encontraremos éstos sistemas de puertas. En muchas de ellas se limitaban a puertas abiertas en la muralla sin más, mejor o peor defendidas, si bien las fortificaciones situadas en zonas fronterizas o puntos estratégicos no descuidaban éste tema, y se cuidaban bastante de fabricar puertas que presentasen a posibles invasores el máximo de dificultad. Como colofón, una imagen de la puerta del castillo de Marvão, en Portugal. Cómo una imagen vale más que mil palabras, me ahorro los comentarios y que cada cual saque sus conclusiones. Sólo decir que franquearla debía ser francamente complicado.


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