La acción social de Bernardo, se fue extendiendo desde su monasterio hacia otros y posteriormente al mundo, estando al servicio de muchas causas tanto personales como colectivas. Fue adquiriendo grandes amistades, entre las que se encontraban personas de la nobleza y hasta incluso el mismo rey Luis de Francia, pero los que eran realmente sus íntimos, siempre estaban casi en la sombra.

Se ocupaba de todo el mundo, laicos y hombres de la Iglesia, porque para todos deseaba la seguridad de la Casa de Dios. Pero él, nunca tuvo un periodo largo de paz ni siquiera cuando estaba enfermo, porque los disgustos con Cluny, las relaciones con los Cartujos; la protesta contra Honorio II; el Concilio de Troyes y las relaciones con los Templarios y una innumerable lista de acontecimientos, la vida de Bernardo está llena de preocupaciones. Sus técnicas persuasivas le hacían llegar a correr unos grandes riesgos, pues como era consciente de como su persona tenía influencia, se lanzaba a meterse en muchos asuntos que le proporcionaban bastantes inquietudes, ya que monasterios e Iglesia le llaman para resolver sus conflictos. Es curioso que él se había intentado retirar del mundo, pero la Orden del Cister, le anima a hacer un gran movimiento reformador, entrando en contacto con los puntos neurálgicos de la cristiandad de entonces.

Bernardo conoció el éxito y pudo hasta tener la tentación del poder, ya que hasta rechazó un arzobispado, pero también conoció el rechazo de los hombres, la dureza de sus corazones y hasta los que en un principio le apoyaron, luego no lo hicieron hasta el final, por lo que la causa de la Cruzada en que tanto empeño había puesto, le proporcionó descrédito y bastantes humillaciones. En cualquier caso, Bernardo pretendió por encima de todo, la formación de las personas y no el ejercicio del poder, que le llevó incluso a encararse y reprender a los nobles y poderosos del momento, y hasta se atrevió a llamar la atención al Papa Inocencio que no había dado la esperada amnistía a quienes habían colaborado con el antipapa Anacleto. De cualquier forma, le estimula el saberse discutido en Roma, ya que la Curia teme su influencia y cuando Arnoldo de Brescia realiza una enorme campaña de descrédito contra las riquezas de ésta y de los miembros del clero, Bernardo no quiere una revolución por lo que se decanta contra Arnoldo. Ya en 1.145, se ve envuelto totalmente en el gobierno de la Iglesia, pues uno de sus monjes llega a ser Papa, con el nombre de Eugenio III, por lo que él se convierte en una segunda parte de Roma.

En ese mismo año, se va al Languedoc francés para refutar los errores cátaros, especialmente los de los discípulos del monje Enrique que rechazaban la jerarquía eclesiástica y querían una Iglesia espiritual.

La última aventura en la que se vió involucrado fue la segunda Cruzada. Por la época de Navidad del 1.145, se habló de realizarla para socorrer el reino franco de Jerusalén, que amenazado por los “infieles” se veían en grave apuro. Eugenio III promueve una Bula que es una llamada a las armas y le encomienda a Bernardo ser el promotor de la causa, por lo cual viajó por muchos lugares de Francia para ganar adeptos y llega hasta Flandes y Alemania para predicar la “causa” de Cristo.

Después de dos años de preparativos, por fin salen los ejercitos para Tierra Santa, pero ya antes de llegar, hay numerosas bajas provocadas por los turcos; los combates carecen de organización, hay muchos reveses y en 1.148 la segunda Cruzada acaba definitivamente, lo cual le afectó profundamente. En realidad, el problema de las Iglesias de Oriente no estaba nada claro porque había graves disenciones entre bizantinos y los francos de Tierra Santa, a pesar de que las tésis de Bernardo era que orientales y occidentales irían juntos contra un enemigo común. Por ello con el tiempo, él se sintió responsable de todo y en su segundo libro sobre la Consideración, Bernardo hace un exámen de conciencia que pone a las claras sus auténticas disposiciones. Dice entre otras cosas: “No rechazo el carecer de gloria con tal de que no se ataque la gloria de Dios”.

Después de una vida prolífica y gran cantidad de obra literaria, en el invierno de 1.152, Bernardo enferma muy gravemente, esperándose su muerte a cada momento, mas en la primavera del 53 mejora y recibe la visita del Obispo de Metz, que tenía un conflicto con el duque de Lorena, y como solo un hombre en la Tierra tenía autoridad para oir sus consejos de paz, Bernardo subió al caballo y se dispuso a ir a Lorena, encontrándose con los dos ejércitos enfrentados, más él, con la capacidad que le caracterizaba, redectó el tratado de paz que el Obispo y el duque firmaron. Una vez hecho ésto, Bernardo regresó al convento para morir.

Solo hubo una cosa que merecia la atención de Bernardo en sus últimos momentos y era la liberación de Tierra Santa. Con ese ánimo, expiró a las nueve de la mañana del jueves dentro de la octava de la Asunción. Fue amortajado con la túnica de San Malaquías y así lo colocaron en la Iglesia del monasterio.

Europa se cubrió de duelo al conocerse su fallecimiento. Fue enterrado delante del altar de Nuestra Señora el 22 de Agosto. El 18 de Enero de 1.174, el Papa Alejandro III, incluyó a Bernardo en el santoral y publicó la misa y el oficio para la nueva fiesta. mas tarde en 1.201, Inocencio III dio al santo el título de Doctos Egregius.

Sus restos sufrieron tal cantidad de avatares que es imposible describirlos todos. Su cadaver fue exhumado y puesto en otra tumba mientras le hacían un mausoleo, y en ese traslado, Enrique, abad de Claraval, separó un dedo que le regaló al rey Enrique II de Inglaterra. Sobre 1.330, se sacó la cabeza de la tumba y se colocó en un relicario-jefe de plata. El esqueleto permaneció intacto hasta que en 1.792 en que el gobierno republicano de Francia hace que la abadía de Claraval fuera secularizada y sacada a subasta, con lo que el nuevo propietario puso allí una fábrica de cristal. En las obras, se encontró con los restos de Bernardo, Malaquías y otros mártires, por lo que pidió permiso para exhumarlos y los pusieran en el cementerio de la parroquia. Finalmente, ante la indignación popular, los trasladaron a la Iglesia de Ville-Sous-la-Ferté en tres cajas de madera, que permanecieron olvidadas en la sacristía hasta que en 1.837, el párroco metió todo en una sola caja, así que poder discernir cuales eran los suyos ha sido imposible. Gracias al último abad de Claraval, los dos cráneos, el de Bernardo y Malaquías han podido conservarse para recibir la devoción de los fieles. Por último, fueron depositados en la Catedral de Troyes, donde continúan.

El mejor homenaje que puede hacerse a San Bernardo, es conocer su obra literaria, y desde la Orden del Temple, rendirle su tributo y devoción, a ese gran hombre lleno de santidad, promotor y protector de la Orden, que gustaba de llamarse a sí mismo “EL ÚLTIMO DRUIDA”.
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