Volviendo a San Juan Bautista y Jesús, e imbuirnos en el juanismo, nos volvemos a enfrentar con las bases dogmáticas del gnosticismo del mandeísmo, donde su Mesías era Juan el Bautista y Jesús un falso Mesías. ¿Por qué dice esto aquel grupo pre-cristiano, nacido en las orillas del Jordán, de entre los seguidores de Juan el Bautista?. En el Evangelio de Juan, aparecen éstos seguidores, le hacen preguntas a Juan el Bautista sobre una cierta “competencia” con los seguidores de Jesús, quienes también bautizaban en el Jordán, y que muchos adeptos estaban con él y no con ellos. A tales cuestiones, él afirmó así: “Él debe crecer y yo menguar. El que viene de arriba está sobre todos”. Por tanto, es posible que esta intranquilidad reflejada en el Evangelio de Juan, fuera algo más que un simple comentario; tal vez sus seguidores tuvieran una adversidad más inusitada contra los de Jesús, que las palabras evangélicas nos refieren en nuestros días.
Si esto fuera así, era a causa de que Juan el Bautista gracias a su madre Isabel, descendía de Aarón, el Mesías y por tanto, como tal título heredado en la cultura hebrea, este sacerdocio recaía en Juan el Bautista; de igual forma que sobre Jesús recaería la descendencia real de David y Salomón.
                                          
Tras la muerte de Juan el Bautista por decapitación, el título hereditario de Mesías, recaería en la descendencia de Juan, pero esto no pudo ser, ya que él no dejó descendencia. Por tanto, como las madres de ambas eran primas, Isabel y María, las dos tenían la descendencia consanguínea de Aarón, el Mesías mosaico. En consecuencia, la heredad nobiliaria de Mesías pasaría a Jesús, siendo unida por tanto con el título de rey. Desde David, no hubo un rey ungido o rey Mesías. Esta titulación será después muy nombrada en la literatura griálica, como el rey Sacerdote o el rey Pescador.
La decapitación de Juan el Bautista desde el prisma evangélico, es muy abstracta, y presentada su muerte como un capricho de la princesa Salomé, hija del rey árabe Herodes. Juan realizó severas acusaciones contra la legitimidad de Salomé al trono hebreo, pues ella era hijastra de Herodes e hija de Herodías (esposa de su hermano aún vivo), siendo esta boda un incesto prohibido en la cultura judaica. Pero nunca Herodes temió tales acusaciones y que el grupo de Juan presentara un serio peligro para su continuidad en el trono, y aún menos, con los apoyos militares de Roma. Por esta causa, la muerte de Juan el Bautista, nunca fue aclarada en los corazones de sus seguidores los mandeístas. Pero a ellos, que mantenían el odio contra los seguidores de Jesús como competidores, si que tuvieron claro quien salió más beneficiado con su muerte. Éste era Jesús y por tanto lo acusaron de manipular los hechos acaecidos, para que Juan terminase degollado y Jesús pudiera autoproclamarse públicamente como el nuevo rey David o rey de los judíos.
Este pensamiento fue recogido por los primeros cruzados en Jerusalén, pues éstos tuvieron un encuentro con la secta juanista, pero también el rey Godofredo, entabló conversación con algunos Esenios, que aún vivían en cuevas apartadas, como era su costumbre desde los reyes Macabeos.

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