DÉCIMO TERCERA ESTACIÓN. JESÚS MUERE
EN LA CRUZ
Desde el mediodía se oscureció toda la Tierra hasta las tres de la
tarde. Hacia las tres de la tarde Jesús gritó con fuerte voz: “¡Elí, Elí, lemá
sabactani!”, (que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?).
Algunos de los presentes al oírlo decían: “Este llama a Elías”. En aquel
momento, uno de ellos fue corriendo a buscar una esponja, la empapó en vinagre,
la puso en una caña y se la dio a  beber.
Los otros decían: “¡Deja!, a ver si viene Elías a salvarlo”. Y Jesús, dando un
nuevo fuerte grito, expiró. (Mateo, 27, 45-54).
ORACIÓN: Divino
hermano bueno, ¿cómo podemos ofenderte viéndote muerto en la cruz?. Pies
clavados en espera eterna. Brazos extendidos de perdón sin límites. Cuerpo
roto. Costado abierto para darnos hasta la última gota de tu Amor. Infunde,
Señor, en nosotros tu Espíritu, para que, muertos al pecado e inflados en la
caridad, Divina energía, hagamos de nuestra vida un servicio de amor.
DÉCIMO CUARTA ESTACIÓN. JESÚS ES
BAJADO DE LA CRUZ Y
SEPULTADO.
Al caer la tarde, vino un hombre rico de Arimatea,
llamado José, que era también discípulo de Jesús. Se presentó a Pilatos, le
pidió el cuerpo de Jesús y Pilatos mandó que se lo dieran. José tomó el cuerpo,
lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en su propio sepulcro nuevo, que
había hecho excavar en la roca. Hizo rodar una losa grande para cerrar la
puerta del sepulcro y se fue. (Mateo 27, 57-60).
ORACIÓN: Señor
Jesús, ahora que tu cuerpo es bajado de la cruz, ahora que es sepultado, no nos
abandones con tu Espíritu. Dirige tu mirada hacia nosotros y aléjanos de la
tentación de dudar, de sucumbir al miedo. Estampa tu imagen en el sudario de
nuestros corazones y José de Arimatea, danos valor para actuar abiertamente con
fe y con amor.
 Orden del Temple+++