La misa es un logro de carácter extraordinario, síntesis de todas las artes, donde se agrupan el lirismo, la retórica, la música, la orfebrería, perfumería, tejidos, bordados, etc. Pero hay que buscar más profundo en su naturaleza. Es una síntesis del mundo en que se desarrolla su vida, los cuatro elementos y los tres Reinos están presentes en la misa. La Tierra proporciona la piedra sagrada; el fuego sirve para encender los cirios y quemar el incienso; el agua está presente para simbolizar nuestra humanidad mezclada con el vino; el aire es el vehículo del incienso y de las energías del Prana Divino cuando el oficiante agita el velo sobre las ofrendas. Son los tres Reinos y los tres planos de existencia corporal: El mineral en la piedra, el vegetal en el pan, el vino y el incienso; el animal en su representante mas elevado, el hombre, cuya función es la de reunir a todos los Reinos y elementos para ofrecerlos a su Creador.
El árbol de la cruz, determina la arquitectura interior del santo sacrificio del que el Templo es la arquitectura externa. La armonía es perfecta entre ambos porque la misa es igual que el Templo y el ciclo litúrgico lo es también, en cuanto a repetición de muerte y resurrección de Cristo, un misterio cósmico. La ofrenda y reintegración en Dios por el Hombre-Dios de todo lo creado, cuya medida lo constituye el árbol de la cruz.
El misterio de la cruz, fue previsto desde el origen: La anchura à que todos se han beneficiado del mismo; la profundidad à que Cristo ha extendido sus beneficios hasta los infiernos; la altura à que Él mismo que bajó también, es el mismo que subió por encima de todos los cielos. Las cuatro dimensiones de la cruz pueden reducirse a sus dos ejes: El horizontal y el vertical que definen aún más claramente su significado.
El horizontal indica el sentido de la amplitud de la extensión del misterio al nivel mismo de nuestro mundo, nuestro estado humano, a todas las épocas y todas las regiones de la Tierra. El vertical es el sentido de la exaltación, la subida a los estados superiores del Ser, el cielo. La parte situada por debajo representa los estados inferiores con relación al estado humano.
El incienso es uno de los emblemas de la Divinidad y su perfume, al igual que el Santo Crisma es el buen olor del pneuma por su carácter solar. De forma general, todas las resinas que hay en las plantas pertenecen al Sol, mientras que las flores están en relación con la Luna. Veamos el rito del incienso. En la ofrenda, la resina es sacrificada, su forma grosera resulta abolida por el fuego que proviene del Sol, la materia se vuelve evanescente y vuelve a su origen celeste, la Tierra se transforma en cielo. Los gestos del inciensamiento destacan el carácter solar del rito y su significado que son: La circuambulación, el crucicircular y el vertical. La primera es una marcha alrededor de un centro, un omphalos, y esa marcha imita el curso del Sol y el movimiento de la vida alrededor del eje inmóvil del mundo, y tiene por objeto impregnarse de la virtud que emana del centro y hacerla irradiar al mundo. El mismo objetivo tiene la segunda antes del Ofertorio y el oficiante inciensa los oblatos, primero en forma de cruz y con ello se envía el incienso a los cuatro puntos cardinales y luego los inciensa en forma de círculo, diafragma del Universo. El mundo congregado así en los cuatro horizontes, va a ser ofrecido y elevado hacia el cielo y ese es el objetivo del tercer inciensamiento vertical. Se efectúa ante la imagen del crucifijo y se eleva en la dirección del pilar axial que de alguna forma materializa y llega hasta la piedra angular o clave del arco a la que pone en comunicación con el Ara y por último rebasa simbólicamente la bóveda para proseguir su camino hacia el cielo y el Trono Divino, y comunica las bendiciones de éste a la Tierra. El alma del celebrante y los fieles suben siguiendo el Agni (Fuego Divino) y la Gracia del cielo en reciprocidad desciende a la Tierra por el mismo eje.
Siguiendo el eje horizontal de la cruz, todo el Universo resumido en el Templo y todos los hombres de todas las épocas, simbolizados por todos los fieles presentes, son conducidos a la Unidad alrededor de un centro: El Ara, primera fase de los santos misterios, el paso de la circunferencia al centro, la reunión de lo disperso.
Sobre el Ara, punto de intersección del eje horizontal de la gran cruz cósmica con su eje vertical, se realiza la segunda fase de los misterios, la asunción del Universo y el hombre integrados en Cristo que se elevan hacia la puerta del cielo, la clave del arco, la flanquean y llegan a la morada del Sol. Esta arquitectura sutil, es la misma del Templo espiritual, cuyas piedras vivas se apiñan y suben dibujando el árbol de la cruz.