Catedral de Troyes. Fachada.
Catedral de Troyes. Vidriera.
El ejemplo de Troyes no es único y la mayor parte de los edificios religiosos, no solo estaban construidos según la proporción dorada, sino también sus relaciones de Gematría, es decir, el valor numérico de los Nombres Divinos hebreos o griegos. Así, el Templo aparece como un Nombre Divino petrificado. Devoucoux, demuestra que los Templos de Jano y Cibeles, estaban construidos conforme a las reglas de la Gematría y esta concepción arquitectural, pasó a los constructores y pensadores cristianos. Se encuentra ya en los autores de los primeros siglos, esta idea de que las tres dimensiones del santuario de los hebreos, daban el número equivalente a Isho, nombre de Jesús calculado de una determinada forma.
En Auton, en la iglesia de San Lázaro, encontramos las correspondencias siguientes: Longitud total 240 = ROM (fuerza). Anchura de las tres naves: 65 = ADONAI (Señor); anchura del crucero: 95 = Daniel (Juicio de Dios); altura de la cúpula 90 = MAN (La causa eficiente, nombre del legislador primitivo). La suma de estos cuatro números da 490, y encierra un contenido muy complejo. En uno de los extremos del crucero hay 5 ventanas cuyo número es 650 (Adonai = 65) x 10 = La Ley del rigor, pero esto resulta suavizado por las 3 ventanas de enfrente que dan 390 y designan también la ciudad de los cielos que se obtiene así: 364 = HA-SHATAN (Satanás) + 26 = YHVH. Sobre el arco del crucero en que las 3 ventanas arrojan su luz, las medidas dan 416, o sea, 390 + 26 = YHVH de nuevo; 416 = La oveja verdadera del Buen Pastor. Esta medida de 416 es la longitud de St. Ouen (Ruan), mientras que la Notre Dame de Paris tenemos 390 y en San Pedro de Roma 607 = ROTHA, la paloma o visión celeste.
Las proporciones de Cluny 415 x 226, suponían una alusión a las de Artemistón de Éfeso, cuyo sentido era: La cruz es la prueba que purifica, el Señor es el disfrute, la Vida absoluta.
En resumen, que descubrimos como hay riquezas ocultas e insospechadas que hacen de esos Templos monumentos “inteligentes” y desde luego y antes de cualquier acción litúrgica, una revelación Divina.
Cristo puede considerarse bajo tres aspectos: El Verbo celeste (Segunda Persona de la Santísima Trinidad), el Verbo Cósmico o Logos Creador y por último el Verbo encarnado u Hombre-Dios. Bajo el segundo aspecto, Él es el ordenador interno del mundo, aquel cuya Sabiduría penetra hasta sus más mínimas partes, las sostiene en el Ser y les da forma.
Este es el que el Templo expresa antes de dar a conocer el aspecto de Hombre-Dios y esto es para responder a su propósito, que es el de ser la residencia de Dios entre los hombres y el lugar de Su glorificación y la espiritualización de todos los seres humanos por la Santa Liturgia. El Templo es precisamente ese hogar; él es la naturaleza regenerada y lo es en la medida en que por su misma construcción y estructura, muestra ya al espíritu descendido en la sustancia, por lo que es un Cosmos sacralizado y ofrecido.
La orientación ritual
La orientación tiene una importancia capital en las civilizaciones tradicionales y los modernos ignoran los verdaderos motivos. Hemos visto que la orientación formaba parte del rito de fundación. La iglesia cristiana, está orientada en la dirección oeste-este, con la cabeza (el presbiterio) vuelta hacia el este, que resulta por otra parte de la orientación ritual para la oración. Dice un texto de la Sabiduría: “Hay que anticiparse al Sol en su acción de gracias y mirar hacia la aparición de la luz”. El simbolismo de la orientación se aplica a tres planos: En el físico, se refiere a Oriente, al Sol visible y a la ciudad de Jerusalén; en el plano sutil, a la buena voluntad y al recto camino y en el espiritual, al Sol Divino, a la Luz y a la Vida, es decir, al Cristo.
Uno de los ritos más misteriosos de la consagración de las iglesias, es la inscripción del doble alfabeto que se realiza después de la abertura de las puertas y la entrada del Pontífice en el nuevo Templo. Sobre el suelo de la nave, se traza con cenizas una cruz de San Andrés o gran X alargada, que une los cuatro ángulos, y quien consagra, escribe en los brazos de esta cruz con la punta del báculo, el alfabeto griego y latino (aunque antiguamente se hacia en hebreo). De todas las especulaciones sobre esto, la más interesante es la de Rossi, que indica que el signo es un toma de posesión del terreno en nombre de Cristo y tal vez también esta cruz, puede ser un recuerdo de la que ha servido para la cuadratura del círculo de la fundación. El hecho de que se la inscriba en un rectángulo, base del edificio, recordaría el movimiento celeste y su inserción simbólica en la iglesia, y tampoco debemos olvidar, que entre hebreos, árabes, egipcios, hindúes y otros pueblos, al lenguaje se le considera sagrado y según una tradición hebrea, existe una corriente mística según la cual el alfabeto tiene una virtud creadora.
El Sefer Yetziráh, enseña que el mundo fue creado por el Verbo Divino por medio de números y letras, y éstas además están relacionadas con las direcciones del espacio tal como expone Clemente de Alejandría: Desde el palacio interior que es el centro, dice el Sefer Yetziráh, Dios, para crear el Universo hizo sentir Su acción conforme las 6 direcciones y las 3 letras del gran Nombre Divino YHVH que son las que mediante su séptuple permutación, conforme a las 6 direcciones del espacio, permitieron la formación del Universo. Las dos letras extremas del alfabeto  y Ω, constituyen la sigla mística del Verbo, principio y fin, o sea la extensión cósmica del Verbo en el tiempo y en el espacio. La X en griego, es la primera letra del nombre de Cristo y en latín es el número 10 ó Década, símbolo pitagórico y platónico de la Unidad múltiple. Así, la gran X, puede simbolizar la consagración del terreno y el Templo, haciendo descender a éste influjo celeste y el que consagra hace de él el cuerpo de Cristo.
El Templo, cuerpo del Hombre-Dios
Cristo ha afirmado muy claramente que Su cuerpo es el Templo, como dice en el versículo: “Destruid este Templo y Yo lo levantaré en tres días…”. Esto tiene una enseñanza de gran alcance. En el hombre, el cuerpo es el habitáculo del alma; en Jesús, en cuanto Hombre-Dios, el cuerpo es el habitáculo de la Divinidad. Para los cristianos, el Templo representa el cuerpo de Cristo, pero también lo es la propia congregación ya que ésta constituye el Templo espiritual, el cuerpo místico de Cristo y el alma individual, es capaz de venir a ser éste Templo.
El Templo representa en primer lugar el cuerpo de Cristo, que independientemente de la traza cruciforme, ha sido puesto de relieve por esta forma arquitectural: El coro representa la cabeza de Cristo; la nave el cuerpo; el crucero los brazos y el altar mayor el corazón, el centro el Ser. La separación de la nave y el santuario, que corresponde a la cabeza, ocupan el asiento los clérigos, fracción “pensante” de la congregación y en la parte inferior el pueblo, fracción “actuante”.
Esta asimilación del Templo a un hombre tendido con la cabeza hacia Oriente, no es solo del cristianismo, sino de otras religiones también. La figura del hombre con brazos extendidos, puede inscribirse en un círculo trazado por un compás con la punta fija en el ombligo, figura que se superpone sobre el rito de la fundación.
Una tradición cristiana de los primeros tiempos, pone en relación esta figura con el nombre genérico del hombre: Adán, cuyas iniciales en griego son las mismas que designan los cuatro puntos cardinales: A à Anatolé (Oriente); D à Dysmé (Occidente); 3 Arctos (Septentrión) y M à Mesembría (Mediodía) y el valor numérico de estas letras (46) son el número de años que se invirtieron para construir el Templo de Jerusalén.
La posición de la cabeza en el punto vernal, corresponde al equinoccio de primavera y Pascua, según el cual ha de determinarse la orientación exacta del presbiterio de la iglesia. Por otro lado, Aries (el cordero) y Piscis (los peces), son animales Crísticos relacionados con la Eucaristía, siendo el cordero esencialmente Pascual. Este diagrama zodiacal, sella la unidad del macrocosmos y el microcosmos, que fundamenta la función del hombre, el cual debe ser el portavoz del mundo ante Dios, el que presta su voz para que éste pueda cantar la Gloria del Creador. Pero esta Unidad, no se realiza más que en el Hombre-Dios y por eso el cuerpo representado por el Templo, es en primer lugar el del Hombre-Dios, el cosmos reducido a su más reducida extensión (mundo corporal) del que el Templo es la muestra matemática. Más solo es el aspecto exterior del cosmos total que comprende todos los mundos y todos los seres visibles e invisibles y todo ese cosmos total, está comprendido por entero en Cristo como Verbo Creador. Él es la imagen de Dios invisible, el primogénito de todas las criaturas porque por Él fueron creadas todas las cosas del cielo y la Tierra, visibles e invisibles. Todo fue creado por y para Él.
La Catedral de Troyes, ofrece un notable ejemplo. El alzado del edificio reproduce los escalonamientos del cuerpo humano regido por relaciones doradas, de modo que los pies están en el suelo del santuario y la corona en la clave el arco, cuya altura viene dada en 888 (88 pies y 8 pulgadas), valor numérico del nombre de Jesús. El 5, cifra del hombre, se encuentra por doquier en simetría con el 8 (también en relación dorada). Así, el maestro de obras, ha vertido en la piedra, por así decirlo, la sustancia del misterio redentor, la metamorfosis del hombre carnal en espiritual. Así, en la firma del hombre arquetipo, incorporada a la estructura vertical del santuario, la imagen del pilar axial abriéndose en la clave del arco celeste, a menudo sellada con la cruz y el cordero místico, le recuerda al individuo el camino de su crecimiento espiritual hasta la estatura de Cristo, la cual incluye la comunión de todos los Santos, su consumación en la Unidad, el Cuerpo Místico.
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