La celebración litúrgica de la realeza de Cristo tuvo lugar en este mes, al final del año litúrgico, con una clara alusión al final de los tiempos y a Su retorno a la Tierra para instaurar el Reino de Dios que Él anunció hace más de dos mil años y en el cual reinará. No existe la menor duda sobre la realeza de Cristo, pues Él mismo se lo confirmó a Pilatos: “Tú lo dices, Yo Soy Rey, para eso he nacido y para eso he venido al mundo, para dar testimonio de la Verdad” (Juan XVIII, 37). No se contenta con afirmar Su realeza, sino que resalta la magnitud y espiritualidad de ésta: Dar testimonio de la Verdad, misión Divina y sacerdotal (real y sacerdotal) por excelencia.
Jesús, el Hijo del Hombre, conquistó Su realeza a pulso, pasando por todas las etapas del desarrollo humano: Nacimiento, niñez, infancia, adolescencia, juventud y muerte al llegar a adulto. Hombre perfecto y pleno, se educó y se inició en la vida real; los Maestros Esenios le guiaron hasta el punto más elevado del Conocimiento humano; luego, Él solo continuó Su progresión hasta llegar al Conocimiento Divino, abriendo así un camino que nadie más que Él podía abrir: El camino hacia el Espíritu, demostrando así que es el verdadero Rey de la humanidad. Pero también dijo que Su reino no era de este mundo, pues era de orden espiritual y es el verdadero Rey en el corazón de sus discípulos. Sin embargo, cuando vuelva (y según todos los indicios y previsiones no tardará mucho), ejercerá Su realeza sobre todas las naciones de la Tierra.
No reinará solo, pues habrá también una Reina que es Nuestra Señora Santa María, como ya en el siglo XIII, San Alberto Magno dijera rotundamente: “María es Reina del mismo reino en que Cristo es el Rey”; y en Kerizinem, donde se reveló el gran misterio de los dos corazones unidos en el Espíritu Santo, el Cristo mismo lo confirmó en los siguientes términos: “Mi corazón no puede triunfar ni reinar, sin el de Mi Madre, pues Ella es reina como Yo Soy Rey; la devoción a Mi Madre, no es facultativa, sino necesaria, todos deben pasar por Ella para llegar a Dios”.
Hermanos, esto lo entenderéis sin dificultad alguna, sabiendo que Ella es la nueva Eva, y que para entrar al Reino, es imprescindible nacer una segunda vez; es necesario un nacimiento espiritual que se realiza por medio de María, tal como lo indicó el mismo Cristo a Su apóstol bien amado en el Gólgota: Mujer, he aquí tu hijo. Hijo, he aquí tu Madre”.
Los auténticos discípulos del Cristo, también están llamados a reinar con el nuevo Adán y la nueva Eva durante el milenio. El Apocalipsis revelado por Cristo a Juan lo dice claramente: “Y reinaron con el Cristo mil años (Apoc. XX, 5). Además, en la carta a la iglesia de Laodicea, el Cristo declara: “Al vencedor le haré sentarse conmigo en Mi Trono, así como Yo vencí y me senté con Mi Padre en Su Trono”.
Queridos hermanos y hermanas, es cierto que nuestra lucha es dura y nuestro camino dificilísimo, pero también nuestro destino es magnífico; sin embargo, es necesario que lo conquistemos a pulso, como lo hizo Jesús, siguiendo el camino abierto por Él, la única vía verdadera para nosotros.
Orden del Temple+