Hermanos y Hermanas nuestros:
Dios, es el Principio Eterno, el Todopoderoso. Dios, también es Espíritu, es la Fuerza Primordial eternamente fluyente que crea, mantiene y hace evolucionar toda la Creación
Todas las formas, tanto las etéreas como las físicas o materiales, todos los seres y todas las cosas, solo existen gracias a la Fuerza de éste Espíritu Universal, Fuerza única que traspasa a todos. Así, cuando actúa sobre el plano general e impersonal, le llamamos Espíritu Universal, mientras que cuando actúa o parece actuar de forma personificada, le llamamos Espíritu Santo. Pero el Espíritu Santo, no es una persona, es el Espíritu de Dios actuando de forma particular en los seres conscientes.
El Espíritu Santo, cumple con el propósito de Dios, al colocar el hombre en la Tierra, esto es, el prepararlo para gobernar Su Reino. La Tierra es una escuela, un campo de entrenamiento y de batalla, donde el hombre aprende a ser Hijo de Dios; cuando vence, alcanza un plano espiritual, la familia Divina, y es reconocido como digno de participar en el gobierno del Universo, según lo conquistado por él en le Tierra. Es el Espíritu Santo el que orienta al hombre en el Conocimiento y la conquista de su filiación. Así lo explicaba Pablo a los romanos: “Los que viven según la carne, no pueden agradar a Dios, pero vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que de verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros; pues si alguno no tiene el Espíritu del Cristo, éste no es el Cristo…”. Porque los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son Hijos de Dios. (Romanos VIII, 8-9, y 14).
Es el Cristo quien nos enseña a vivir según el Espíritu. Si le seguimos, si guardamos la Palabra, nacemos a la vida espiritual y el Espíritu Santo guía nuestro crecimiento espiritual, es decir, el desarrollo del carácter de Dios en nosotros, desarrollo que podemos realizar conscientemente por medio de la obediencia a los Mandamientos de Dios, por el Conocimiento de la Verdad, es decir, la Revelación del Cristo en Su pureza y profundidad, además del servicio a Dios, que es la señal inconfundible del despertar espiritual.
Estos son los tres ejes imprescindibles para la conquista de la verdadera espiritualidad y conseguir la certeza de ser guiado y movido por el Espíritu Santo.
En la alegoría de la vid y los sacramentos, el Cristo nos dice: “Yo Soy la vid verdadera, Mi Padre es el viñador y vosotros los sarmientos. El que permanece en Mí y Yo en él, ese da mucho fruto”. (Juan XV).
Por nuestros frutos, reconoceremos la acción del Espíritu Santo en nosotros, y los principales son: Caridad, Gozo, Longanimidad, Benignidad, Mansedumbre, Fe y Templanza. (Gálatas I, 22).
– La Caridad, es el Amor de Dios y de sus criaturas. El Amor de Dios es que guardemos Sus Mandamientos (Juan IV, 3).
– El Gozo Crístico, resulta del altruismo de dar de uno mismo a Dios y a los demás; el Gozo del Cristo fue Su sacrificio.
Por la aparición de éstos frutos, reconoceremos la aparición y la presencia del Espíritu Santo en nosotros.
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