Hemos celebrado la fiesta de Santiago en la Unidad de la Orden, con un Capítulo y Oficio centrado en la Tercera Alianza, pues Santiago personifica analógicamente lo que se ha llamado la Iglesia de la Tercera Alianza. En esta misma analogía, Pedro representa la Iglesia oficial, exotérica, terrenal, y Juan la Iglesia interna, esotérica y mística. Pedro es la “piedra”, el fundamento, el cuerpo. Juan, heraldo del Amor Crístico, es el alma. Santiago, patrón de los metafísicos, simboliza el espíritu. Los dos hermanos, Juan y Santiago, llamados por el Cristo “los hijos del trueno”, están en relación analógica con el fuego del Espíritu, el Bautismo de fuego que sólo el Cristo puede conferir a sus discípulos (Juan I, 33). Todo esto nos puede llevar a comprender lo que significa Santiago de Compostela.
Después del primer Concilio de Jerusalén, Santiago el Mayor (Santiago el Menor, familia de Jesús, fue el primer Obispo de Jerusalén), fue el primer apóstol que salió para cumplir con su misión. Al parecer, según cuentan crónicas y leyendas, salió por mar directamente hacia la península Ibérica, adonde llegó por Gades (Cádiz) y empezó su misión por Andalucía; fue encarcelado en Granada y liberado milagrosamente por la intervención de la Virgen María, que le envió a continuación a Galicia y después a Zaragoza. Regresó a Jerusalén, donde fue degollado en el año 42 ó 43 de nuestra Era. Su cuerpo, recuperado por sus discípulos, fue transportado por ellos a Galicia y enterrado secretamente. ¿Por qué y para que?.
En el siglo IX este cuerpo fue “activado”, pero los grandes peregrinajes europeos hacia Santiago de Compostela empezaron en el siglo XII y se diluyeron a principios del siglo XIV. Esta época corresponde a la manifestación del Temple, Milicia del Cristo, y no es mera coincidencia por supuesto, pues todo obedece al plan de la Divina Providencia y no a la voluntad de los hombres o sus dirigentes.
Con la muerte de Jesús, la Jerusalén de los judíos terminaba su papel en la evolución espiritual de la humanidad y cuatro siglos más tarde, un emperador romano intentaba atribuir este papel a Roma, capital Imperial, pero en el siglo noveno, surgía Santiago de Compostela, cerca de Finisterre (donde acaba la Tierra), como prefiguración de los últimos tiempos.
Pero el esplendor de Compostela también ha pasado y su “estrella” del campo donde se activaron las reliquias de Santiago ha perdido su fulgor y su fuerza hace varios siglos, (aunque el peregrinaje conserve su valor Iniciático), hasta que los trabajos efectuados en el subsuelo de la Catedral, le quitaron la potencia cosmo-telúrica de sus orígenes. Sin embargo, la tierra de Santiago, en el amplio sentido, profundo y metafísico de este vocablo, queda como símbolo y prefiguración de la Tercera Alianza, cuya señal distintiva es la implantación de las Leyes Divinas en los pensamientos y en los corazones. En esto estamos, hermanos y hermanas nuestros. Aprendamos las Leyes de Dios y conozcamos Su Palabra para guardarla en nuestro interior.
Animamos, al igual que nosotros hemos hecho por sus distintos caminos: El francés, el de Cantabria, la Ruta de la Plata y en Portugal, hagan este peregrinar, pues encontrarán al final una gran experiencia incorporada a sus vidas, un espíritu fortalecido y una enorme riqueza en todos los sentidos en su interior. El camino, la fuerza y belleza de los distintos paisajes, la grandeza y el misterio de sus monumentos, iglesias, monasterios y ermitas que nos transmiten un lenguaje secreto, reservado a los Iniciados, pero que si buscamos con el corazón, podremos encontrar. Vayan y encuentren todo lo maravilloso que Dios ha puesto dentro de Vds. Descúbranlo y vívanlo. No se arrepentirán.
Orden del Temple.
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