LA MÍSTICA TEMPLARIA

No debemos confundir el misticismo, doctrina filosófica y religiosa basada en la contemplación y el éxtasis, con la mística que es el sendero activo y directo a Dios.

La mística Templaria, es evidentemente Crística: El Cristo con Su vida, Su sacrificio y Su resurrección; Su pensamiento, Su Palabra y sus actos, han abierto el sendero hacia el Padre. Él es el Sendero. Para nosotros, la mística pues, es el conocimiento de Dios a través del Cristo; es la búsqueda de la Sabiduría Divina por medio de la unión con el Absoluto. Y el místico, es el que llega a esta unión, no el que habla sobre ella. El místico, es el investigador de la verdadera realidad del Espíritu y su conocimiento, no es adquisición intelectual o espiritual, sino el cumplimiento de su propia vida, su propia transformación en ser espiritual.

Es un Sendero activo, de combate y lucha, de pruebas continuas, de sacrificio; es el Sendero interno de la edificación del Templo del Espíritu, con la presencia permanente de Dios en el alma purificada, vivificada por la Palabra e instruida en el Amor y la Sabiduría. Dios es amor, por consiguiente, necesitamos amar para conocerle, pero tampoco le podemos amar sin conocerlo ya que no hay amor sin conocimiento.

El Amor de Dios es Sabiduría; el místico arde en amor al Absoluto y también tiene una sed ardiente de Sabiduría, a sabiendas de que con ella se puede amar de verdad. Se puede decir que el amor de Dios es el comienzo de la Sabiduría. El que ama, desea servir, pues el servicio desinteresado es amor puro y al mismo tiempo, señal de iluminación interna. El servicio es verdaderamente desinteresado cuando uno no desea ninguna recompensa ni espera ningún agradecimiento.

Para ser verdadero servidor en el Sendero Místico, es también necesario no solo estar iluminado por la Sabiduría Divina, sino también traspasado por el Amor de Dios. Sin embargo, buscar el servicio desinteresado, conduce al despertar en el camino hacia Dios. La Mística Templaria requiere una entrega total a lo Divino, con un puro espíritu de servicio a Dios a través de Su Milicia, de los Hermanos, del prójimo y de la Creación entera en sus tres Reinos; pues la Ley de la Vida contiene en sí la unidad. Solo en ella encontramos fuerza y complementariedad.

El místico que camina solo, nunca puede examinarse a sí mismo por completo, pues le falta el complemento de sus Hermanos para detectar sus propios fallos y carencias. El sentido de la unidad se adquiere en la vida comunitaria y se trasciende en el Amor a Dios y a la Creación entera. La misma unidad es el fruto del Amor.

Non Nobis.

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