Acto Primero
La escena se desarrolla en el territorio de los Caballeros del Grial y su castillo, Monsalvat. El bosque está en penumbra, oscuro, pero no tenebroso. Hay un claro en el centro. A la izquierda, un camino lleva hasta el castillo y el escenario del fondo, hace bajada hasta llegar a un lago. Está amaneciendo. Gurnemanz, un anciano robusto y dos jóvenes escuderos duermen bajo uno de los árboles. Los trombones tocan a diana desde el castillo.
Gurnemanz y los escuderos que duermen en el bosque despiertan con los trombones y se ponen a rezar. Hay que bañar al rey Amfortas. Aparece una extraña mujer, despeinada y desgreñada, parece cansada de un largo viaje. Es Kundry, que trae desde Arabia un remedio para aliviar el sufrimiento del rey. Aparece ahora el resto de la procesión. El rey Amfortas es transportado en su litera. Gurdemanz le entrega el frasco traído por Kundry, pero ella rechaza el agradecimiento. Los escuderos ven en ella a la culpable de los dolores del rey, ya que en cada una de sus ausencias ocurría alguna desgracia a los caballeros. El  viejo Gundemanz empieza a recordar.
Hace mucho tiempo había dos tesoros en el castillo de Monsalvat: El Grial, el cáliz consagrado donde se recogió la sangre de Jesús y la lanza con que le hirió el soldado Longino en Su costado. Ambos fueron entregados a Titurel, padre de Amfortas, para que los guardara. Construyó Munsalvat y allí organizó una Orden de caballeros. El malvado mago Klingsor exigió ser admitido. Incapaz de controlar su propia líbido, se castró a sí mismo y entonces fue expulsado de la Orden. Klingsor construyó en el desierto una tierra fantasiosa de placeres y Doncellas Flor y desde entonces, trata de atraer a los caballeros allí para hacerse del reino del Grial.
Cuando el viejo Titureldelegó el mando de rey del Grial en su hijo Amfortas, éste, impetuosamente intentó combatir a Klingsor y se dirigió a su reino de fantasía con la sagrada lanza. Pero seducido por una mujer, dejó que Klingsor le arrebatara la lanza. Con ésta, el mago lastimó a Amfortas en el costado, provocándole una herida que sólo la propia lanza podía curar. Muchos quisieron recuperar la lanza para curar al rey Amfortas, pero han muerto ante los poderes mágicos de Klingsor. Sin embargo, el Grial ha profetizado que un día llegará un hombre puro que logrará el cometido.
(continuará)
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