Siempre que se presenten asuntos importantes en el monasterio, convoque el Abad a toda la Comunidad y exponga personalmente de qué se trata, y después de oír el consejo de los Hermanos, reflexione y haga lo que juzgue más conveniente. Hemos dicho que todos sean convocados a Consejo, precisamente porque muchas veces el Señor revela al más joven lo que es mejor. Pero los Hermanos expongan su parecer con sumisión y humildad y no se atrevan a defender con arrogancia su propia opinión, pues como todo depende de la decisión del Abad, todos le obedecerán en lo que él habrá juzgado más conveniente. Sin embargo, así como corresponde a los discípulos obedecer al maestro, así procede que él decida todas las cosas con previsión y justicia.
Por tanto, sigan todos la Regla como maestra en todas las cosas, y nadie se aparte de ella temerariamente. Nadie se deje conducir en el monasterio por lo que quiere su propio corazón, ni nadie se atreva a discutir con su Abad sin respeto o fuera del monasterio; y si se atreviere, se le someta a la disciplina regular. Pero también el Abad ha de hacerlo con todo temor de Dios y observancia de la Regla, sabiendo qué, sin duda alguna, deberá dar cuenta a Dios, juez rectísimo, de todas sus decisiones.
Si se trata de asuntos de menor importancia para los intereses del monasterio, consulte solamente a los ancianos, según está escrito: “Hazlo todo con consejo, y después de hecho, no te arrepentirás”.
(continuará)
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