Reflexiones sobre: Y líbranos del mal

Al fin del Padre Nuestro, viene una cláusula que contiene en compendio todas nuestras peticiones y súplicas. Cuando decimos, pues, “Líbranos del mal”, nada queda ya por pedir, puesto que de una vez, pedimos la protección de Dios contra todo mal.

Ya nos sentimos seguros a a cubierto frente a todo lo que puedan tramar el diablo y el mundo. ¿Quién puede tener miedo al mundo, si Dios le ampara en él?. Naturalmente, esta petición final, sólo puede ser formulada seriamente por quienes creen que el maligno diabólico y personal enemigo del Reino existe, acechando constantemente la fe de los discípulos en un tenso esfuerzo por hacerlos dudar de la bondad del Padre y profanar así Su Santo Nombre, por rechazar Su reinado al rehusar hacer Su voluntad.

Una tentación, por lo demás solapada bajo la apariencia del bien, tienta con propuestas aparentemente buenas el astuto tentador. De ahí que la suya, siempre sea una tentación seductora. Para resistirla victoriosamente y alejar a su diabólico autor, los discípulos deben recurrir ciertamente como lo hizo Jesús, a la Palabra de Dios, esencialmente exorciszante, por contener Su Espíritu. También tienen que vigilar y orar insistentemente al Padre con la petición ¡Líbranos del mal!.

Pedimos a Dios que nos libre de todos los males: Enfermedades físicas y psíquicas, injusticias sociales, abusos de poder, opresiones, conculcación de los derechos humanos, catástrofes, intransigencias religiosas, fanatismos y tantas crueldades que azotan por doquier a los seres humanos. Le pedimos que actúe contra el sistema del mal que tiene atenazado al mundo. Sabemos que lo hará, pero le pedimos que lo haga pronto.

La petición que hacemos, es un resumen de todas las anteriores. Sólo en los que han sido liberados del maligno es santificado el nombre de Dios, mediante la venida de Su Reino, al cumplir Su voluntad. Sólo ellos reciben el Pan vivo y el perdón. Sólo a ellos, se les garantiza la victoria en la tentación, y uniendo “líbranos” y “liberación” concluye: El Padre Nuestro, es la plegaria de la liberación cristiana, la plegaria de la radical y verdadera liberación.

Finalizamos con esperanza, porque el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Jesús nos dice: “`¡Ánimo, Yo he vencido!. Alzad la cabeza, porque viene vuestra liberación”. (Juan 12, 31- 16-33; Lucas 21, 28).
Non Nobis

Copyright. Todos los derechos reservados. Orden de Sión