La mente, el intelecto, puede cumplir un papel importante, pero no obstante limitado en el progreso espiritual y moral de un hombre. Y por eso José, quien no es el constructor de la casa sino quien la abastece y la amuebla, no es un constructor sino un carpintero cuyo ejemplo sigue el niño Jesús.
José, en su papel de proteger a Jesús contra Herodes (o sea, contra las tendencias materialistas del mundo, que siempre tratan de destruir la inocencia), se hace cargo del joven Iniciado y de su “Madre”, y huyen a Egipto. Esto acentúa la necesidad de experiencia. Egipto representa aquí las Lecciones que han de derivarse de la observación y el conocimiento del mundo y que son un factor indispensable para el desarrollo del alma.
La escala de la evolución, habla de El conocimiento de las cosas celestiales, permanece escondido hasta que hayamos dominado el de las cosas terrenales. Solamente cuando el aspirante está firmemente cimentado, fuertemente polarizado en la recta dirección, y suficientemente avanzado para no tener nada que temer de “Herodes”, puede regresar tranquilo a “la tierra de Israel”.
Y aún allí la razón y la inteligencia deben continuar guardándole y guiándole constantemente hasta que alcance madurez espiritual que le permita pasar más allá del alcance de los deseos materiales y de toda mácula de egoísmo.
En el Nuevo Testamento se nos dice explícitamente, que José no es el padre de Jesús en el sentido ordinario de la palabra. La razón mística para ello es que la mente sola no puede hacer que el Espíritu se manifieste en el hombre. La mente puede, por medio del pensamiento y el criterio y la sabiduría, proveer un trasfondo y una oportunidad para que ese Espíritu florezca; pero la razón y el pensamiento, por altos que sean, no pueden hacer nada más que eso.
A medida que la visión del neófito empiece a penetrar con más claridad el velo de la realidad, él se irá haciendo capaz de ver la verdad cara a cara, por intuición, y el papel de la mente en su progreso irá disminuyendo. El papel de la mente termina al fin; el análisis debe ceder el lugar a la síntesis.
Según el relato literal, el nacimiento del niño tuvo lugar bajo circunstancias difíciles y muy humildes. Esto mismo, más o menos, se encuentra en los mitos de otras religiones anteriores.
Parece que la intención es mostrar que la iluminación espiritual, es igualmente posible para todos los hombres, por desfavorables que sean sus circunstancias, y que su luz es tan resplandeciente en comparación con la más brillante que pueda dar el mundo, que hace que ésta parezca oscuridad.
El nacimiento del Niño va acompañado de la adoración de los pastores, Las ovejas se comportan típicamente como aquellos hombres que por carecer de un verdadero y alto propósito en la vida vagan sin sentido de un lado a otro. Y los pastores representan a los que están en “el Sendero” y cuidan a las ovejas durante “la noche”, tratando de ayudarlas. Estos “ pastores “ se deleitan naturalmente cuando nace un Cristo.
También se nos dice que vinieron Tres Sabios de Oriente a tributarle homenaje. En todas las religiones, el Oriente es el lado de donde vienen los dones Divinos a los hombres. Esos dones se mencionan aquí como oro, incienso y mirra (la verdadera sabiduría espiritual y el discernimiento, la suave fragancia de la aspiración a lo alto que sube bajo la influencia de la ardiente voluntad representada por el fuego del incensario (ex. 30: 7-8), y, el aroma natural de la santidad.).
Pero ahora que el alma ha decidido recorrer cierto camino, debe mantenerse en él a fuerza de voluntad. Todos sabemos muy bien que ahí es donde comienzan las dificultades más formidables. Tras las buenas resoluciones suelen venir retrocesos. El Cristo en nosotros ha de ser probado, y eso es cosa dura.