Autor: Hno. M.A.R.+    

Estamos viendo a diario la cantidad de
situaciones nunca antes vividas o conocidas y seguramente todo esto nos haga
flaquear en nuestras fuerzas para seguir el camino del Maestro, que nos enseñó
con Su silencio y capacidad de sufrimiento hasta el final, cómo se deben
afrontar todos estos avatares adversos. Él, a pesar de saber las consecuencias
de la obra que había iniciado, supo estar ahí sin flaquear ni rendirse hasta Su
último aliento, y ese es el ejemplo que nos dejó,y ese es el modelo que debemos
seguir los que tenemos Su fe. El mismo Jesús fue tentado durante Su retiro al
desierto en varias ocasiones.En una de ellas,el mismo Satán le puso delante una
visión deliciosa de los reinos de los que sería el rey, diciéndole: “Todos estos
reinos te daré si me adoras…”,y sabido es que supo resistir todo eso y alejar
de Sí los demonios que le tentaban con una vida fácil.
    Pues así debe ser nuestra fe: Firme en
Dios,que nos ha llamado a Su Camino,y aunque a veces se presente tortuoso en su
trazado, no debemos cejar en nuestro empeño de continuar caminando, porque al
final de ese Camino debemos tener claro cual es la recompensa de haberlo
recorrido con rectitud y sin desviarnos: El encuentro con Él, ¿cabe mayor
recompensa?.
    A veces la debilidad y la tentación se nos
aparece de diversas formas, y no son más que las pruebas que debemos superar
para no apartarnos de ese Camino, pues bien, ante todas esas tentaciones, debemos
poner en marcha nuestra fuerza interior para vencerlas,y una vez hecho, nos
sentiremos más fuertes cada vez que nos ocurra para seguir con más decisión y
energía el resto del Camino.
    La mejor manera de ser fuertes es la
oración. Ante una tentación o flaqueza, recordad el suplicio de Nuestro Señor,que
en sus peores momentos se encomendó al Padre y le rezó con todas sus fuerzas en
la esperanza de encontrarse con Él.
    Debemos encomendarnos al Padre desde que
nos despertamos por la mañana, y en forma de oración, darle gracias por dejarnos
sentir Su presencia y pedirle que nos dé fuerzas para afrontar el día, que si
nos proponemos dedicárselo al Padre, seguro que Él estará cerca de nosotros para
seguir alentándonos en nuestro propósito.
    No importa que no sepas rezar las oraciones
convencionales, esas se pueden aprender, pero si no sabes hacerlo, háblale con
humildad como mejor sepas hacerlo, y deja que sea tu corazón el que le diga lo
que deseas de tu día, porque si dejas que sea tu corazón el que le ore y lo
haces con humildad y sinceridad, es seguro que Él te escuchará.
    Prueba a hacerlo cada mañana, con
constancia, y verás que en poco tiempo, habrás convertido el hábito de la oración
en algo habitual en tu vida, y a cambio sentirás cada vez más confianza en ti
mismo/a además de que sentirás Su cercanía, Su protección y Su guía, porque si
rezas con devoción, humildad y sinceridad, el Señor se implica en tus plegarias.
N.N.D.

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