Si intentáramos reconstruir la forma de cómo viajaban los peregrinos medievales por Tierra Santa, podemos retroceder a la época de la primera Cruzada y comenzar la ruta a través de Egipto en la zona fatimita. Los que venían en travesías por el Mediterráneo, hacían que las naves hicieran muy buenos negocios, ya que para la vuelta, venían cargados con especias y sedas de Oriente que habían traído los mercaderes que trabajaban desde el interior. Así mismo, recogían a algún pasajero que iba de vuelta, que pasaban por alto las incomodidades que pudiera haber a bordo con tal de regresar a su casa lo antes posible.
El puerto desde donde salían era el de Alejandría, centro religioso de los primeros años de la religión cristiana, ya que ello hacía recordar a los peregrinos piadosas y ancestrales devociones. La ruta que el viajero recorría a la inversa era la misma que hizo la sacra familia en su huída a Egipto. Solía tardarse en el viaje unos cinco o seis días con una cabalgadura, desde Egipto a Belén, por una zona desértica.
Desde el puerto de Alejandría hasta la capital, El Cairo, el peregrino de encontraba con los conventos de Al-Baramus, Amba Bishoi, Abu Macar y As-Surian, que databan del siglo X. En El Cairo, se había restaurado durante la época fatimita, la famosa Basílica de San Sergio, donde según la tradición, vivió durante un tiempo la Sagrada Familia. A su lado, la otra, llamada Iglesia Colgada de San Sergio, construida en el siglo V sobre los cimientos de una fortaleza.
A través de éstas tierras egipcias, el peregrino podía llegar a Palestina, por la ruta de caravanas que iban desde Egipto a través de Galilea, bordeando el lago Tiberiades, para visitar desde el Sur: Belén, Jerusalén, Nazaret, Betsaida y Cafarnaún. Nazaret, era el primer lugar donde el viajero tomaba contacto con los recuerdos vinculados a Jesús y su familia, ya que en esta zona es donde se desenvolvía su actividad diaria y donde Jesucristo vivió la mayor parte de Su vida, acompañado de Se familia , hasta que comenzó Su etapa evangelizadota. Al llegar a la ciudad, el peregrino lo primero que hacía era ir a beber agua junto al llamado Pozo de la Virgen, donde se decía que María iba a diario a sacar el agua para las necesidades domésticas, transportándola en un cántaro, vasija que era la utilizada en éstos tiempos por todas las mujeres en Palestina.
Para visitar la gruta de la Anunciación, el viajero debía entrar por la Basílica levantada en ese lugar al principio del siglo IV por el emperador Constantino, que fue destruida por los persas y luego reconstruida durante las Cruzadas y posteriormente vuelta a destruir por los turcos. La gruta debió ser la parte posterior de la vivienda de María que estaba construida de mampostería, con una fachada donde tenía la entrada y después las distintas habitaciones de que constaba la casa.
(continuará)
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