Sólo había en toda Grecia un oráculo que pudiera compararse con el délfico y ese era el oráculo de Trofonios en Beocia. Este era un personaje que había pasado a la mitología nacional, ya que fue el arquitecto que edificó el antiguo templo de Apolo en Delfos y ese dios al parecer, le había compensado con el don de la predicción. Allí no era por medio de una sacerdotisa como recibía la contestación, sino que era él mismo quien la obtenía, cuando los sacerdotes le sometían a la acción de los gases en la grieta volcánica que había en la caverna.
En este santuario, los peregrinos se ponían en manos de los sacerdotes, que les hacían una serie de ritos purificadores y que bebiese agua de la fuente de Leteo, que le hacía olvidar su pasado, para luego beber en la fuente de Mnemosina, que le facultaba para retener lo que iba a escuchar en la cueva. Con las experiencias vividas en soledad, el peregrino volvía en un estado lamentable, con los nervios destrozados y lleno de terror por lo experimentado, así que al relatárselo a los sacerdotes, ellos traducían una respuesta conveniente.
En la antigua ciudad de Éfeso, tenía una gran fama el santuario dedicado a Artemisa, que posteriormente fue asimilada con el nombre de Diana por los romanos, más ya tenía otras evocaciones que éstos llamaron Cibeles. En este santuario, se rendía culto a la diosa de la Naturaleza, la caza, la virginidad y fecundidad, por lo que acudían miles de peregrinos durante cientos de años, en mayoría mujeres.
En los templos de Esculapio, había muchos exvotos como agradecimiento a las curaciones y otros por las victoria conseguidas sobre los adversarios. Había varias fiestas al año que llenaban la ciudad de peregrinos, como también se veían en las fiesta de Minerva en Atenas