Grecia nunca fue un pueblo teocrático como Israel ni su concepto de la Divinidad fue como el que tenían en Egipto o Babilonia. Los griegos veían a sus dioses animados de nuestras mismas pasiones, por lo que el amor, el odio, las intrigas, se daban en el Olimpo al igual que entre nosotros. Así los dioses, venían a la Tierra tomando partido por unos u otros, según sus propias simpatías o rencores. El griego no concebía hacer una ofrenda a un dios olvidando al resto, ya que cada uno tenía poder sobre unas fuerzas concretas de la naturaleza y se entendía que había de estar a bien con todos.

Zeus, señor de los dioses, presidía el Olimpo y era el que decidía al final entre las querellas de dioses y hombres, por tanto, las fiestas y agasajos hacia los dioses tenían una gran importancia, sobre todo cuando llegaba la celebración de un dios o diosa local, cuya ciudad o pueblo estaba bajo su protección.

Había fiestas célebres que hacían que muchísimos peregrinos fuesen hasta ciudades muy apartadas y lejanas, como ocurría en los Juegos Olímpicos que se celebraban en homenaje a Zeus; los Píticos en honor a Apolo; los Itsmicos para Poseidón y otros de menor importancia. Mas no sólo eran estas fiestas las causas de peregrinaciones, sino la celebración de los misterios en determinadas fechas para visitar a los oráculos, como el de Delfos, Dodoma, Delos, etc. cuyas respuestas, aunque fuesen vagas, tenían un valor decisivo. En consecuencia, todo lo relativo a la vida pública o privada, tanto de gobernantes como del pueblo, iban a encontrar la respuesta de estos oráculos.

Entre las alianzas religiosas y políticas que se realizaban, llamadas anfictiónicas, la más notable fue la que se realizó para la defensa del santuario y oráculo de Delfos, bajo la advocación del dios Apolo, y esta liga fue la que a finales del siglo VI a.C., hizo la guerra a la ciudad de Crisa, ya que a ser un puerto obligado para ir a Delfos, exigían grandes tributos a los peregrinos o eran maltratados. Así que la liga victoriosa, obligó a que su territorio fuera anexionado al de Delfos como castigo, y así los peregrinos llegaban a Delfos sin ser molestados. Por esta gesta, fueron creados precisamente los Juegos Piticos, llamados así porque Apolo era el vencedor de la serpiente Phytón, y por esa razón se llamaba pitonisa a la sacerdotisa que allí pronunciaba el oráculo.

(continuará)

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