LOS AZTECAS Y LOS MAYAS

En los núcleos culturales más importantes de la América precolombina, había la costumbre de realizar peregrinaciones, no al estilo europeo y asiático, pero si con el fin religioso, en festividades más o menos anuales de los antiguos cultos. También hubo viajes como meta de sacrificios y ofrendas, como el famoso Pozo de los sacrificios entre los Mayas, cuando la sequía o las epidemias atemorizaban a comarcas enteras.

En Méjico, los grandiosos templos aztecas dan un testimonio de la importancia que tuvieron los cultos anteriores a la introducción del cristianismo. Había en ellos ritos indígenas y fiestas religiosas, donde acudían peregrinos de todas las comarcas del Imperio Azteca, desde Tenochtitlan, capital religiosa y política, porque en ella se levantaba el palacio de Moctezuma, pero también el famoso Teocalli, con tres escaleras de 120 gradas, que sumaban simbólicamente los 360 días del año, ya que los cinco restantes eran días nefastos o “huecos” y se procuraba no aludir a ellos en ningún modo.

Formaban las gradas una pirámide terminada en plataforma, donde se hallaba el santuario más famoso de Méjico, siempre entre nubes de incienso y estandartes de plumas. Allí recibía culto el dios Hitzilopochtli, y había un barrio entero dedicado a construcciones religiosas como una verdadera ciudad dedicada al sacerdocio, templos y dioses, dentro de la ciudad azteca. Allí había más de tres mil sacerdotes, que tenían instituido un sistema de tributos para su sostenimiento y el del culto religioso.

Aparte del ya mencionado, estaba el dedicado al señor del los vientos Quetzacoatl, que era excepcionalmente redondo para que el viento no hallase obstáculos y cuya entrada era una puerta hecha como la boca de una serpiente y pintada. Este dios, era también el creador de las artes, escritura y el calendario. También estaba el de Tetzcatlipoca, dios solar relacionado con ls cosechas, baile y ciertos aspectos de la guerra. Xochipilli era el dios de la música y las flores.

Había así mismo, innumerables santuarios para deidades del sortilegio, las aguas, la agricultura, los mercaderes y los muertos. También, los dioses astrales de los cuales eran los principales el Sol, la Luna y Venus.

En las fiestas religiosas, el sacerdocio organizaba procesiones, con cánticos, danzas y flores, que constituían un espectáculo de gran belleza que terminaba con un terrible sacrificio humano en la plataforma de los templos. La fiesta del Fuego Nuevo que se celebraba cada 52 años, alcanzaba una apoteosis superior a otras fiestas religiosas, como eran las celebradas el último día de cada mes, es decir, cada veinte días según el calendario azteca.

La fiesta del Fuego Nuevo, tenía por objeto la renovación sagrada de los fuegos en todo el Imperio, con destino a los templos y hogares. Hombre y mujeres acudían desde todas partes a la capital, con su tea en la mano para encenderla en el fuego sagrado y llevar a sus hogares la llama que daría luz y calor durante un nuevo ciclo de medio siglo, renovada cotidianamente. Lo único horrible de esta fiesta, era la forma de purificación que ejercían los sacerdotes para obtener este fuego nuevo, que consistía en tender a la víctima humana en la losa de los sacrificios y tras sacarle el corazón, que ofrecían a los dioses, hacían fuego en el pecho del sacrificado donde encendían antorchas para dar fuego a los peregrinos que se acercaban a tomarlo con su tea. Después comenzaban las danzas ceremoniales que iniciaban los sacerdotes y se hacían luego extensivas hacia el pueblo.
(continuará)

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