Templo elíptico de Iza
En los festivales religiosos que se celebraban dos veces al año, los habitantes del reino de Manamatapa iban en peregrinación a visitar las tumbas y reliquias para implorar la protección a los reyes desaparecidos, gracias a la invocación del sacerdote puesto en éxtasis, para servir de vínculo entre muertos y vivos.

También se procedía a la elección de un nuevo rey, con grandes hecatombes rituales donde se inmolaban a numerosas víctimas que debían acompañar al rey muerto a la otra vida. Las primeras en sacrificarse eran las esposas. Todo este ritual, atestigua la creencia en el alma sobreviviente a la muerte física, y se acompañaba de un enorme batir de tambores reales, cuyo sonido había acompañado al rey en las solemnidades. El todo caso, el carácter mágico que siempre se ha atribuido a los tambores en el mundo negro, dimana de conceptuar su sonido como generador de un vínculo entre el mundo sensible y el de ultratumba.

Las noticias de los exploradores portugueses en los primeros años del siglo XVI, nos hacen llegar los problemas religiosos, comerciales y políticos de aquel extenso reino, que recibía el tributo de los pueblos distantes y vivía del comercio del oro con los barcos de los mercaderes árabes.

Pero aquellos viajeros no se ocuparon de imponer sus creencias ni inmiscuirse en los cultos de los negros. Como buenos comerciantes, respetaron aquellas sangrientas creencias y se dedicaron al único asunto de sus visitas: Cambiar por sedas y cuentas de vidrio, el oro para los palacios de Arabia, Siria o la India. Por eso a la llegada de los portugueses, encontraron aquellos ritos negros tal y cómo se venían practicando desde tiempos inmemoriales.

Las bodas reales también eran objeto de grandes fiestas, donde no faltaba el carácter religioso de la unión sexual de los nuevos reyes, como un simbolismo ritual para la continuidad del reino, lo cual atraía a una gran cantidad de peregrinos que deseaban presenciar estos rituales, ya que la religión se hallaba relacionada con el culto sexual, y la unión del rey y la reina, tenía un carácter mágico religioso de repercusiones en la fertilidad y prosperidad del pueblo y sus habitantes.

Esa unión, era como una ofrenda del pueblo, representado por la pareja real, para ponerse en contacto con las fuerzas cósmicas generadoras, donde el Sol representa lo masculino y la Luna lo femenino. Por eso los reyes pasaron a ser sagrados y al morir se guardaban en el santuario sus huesos que se visitaban por los peregrinos como auténticos relicarios. El asesinato ritual de los reyes en épocas calamitosas, era la ofrenda máxima que se ofrecía a los dioses por el pueblo, lo que encierra ese inconsciente colectivo de la humanidad, que desde tiempos remotos, en todas las razas y confines del mundo, necesita un acto ritual de sacrificio, para lograr subsistir cuando llegan los momentos de profunda crisis.
(continuará)

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