La Iniciación (II)
La Iniciación es por tanto, una especie de caldo de cultivo, en que se encauza el esfuerzo eliminador de obstáculos profanos, la penitencia como sentido positivo, no masoquista, de la purificación, que será tanto más laboriosa y penosa tanto más apegados estemos a las contingencias mundanas. Es el azufre alquímico, el fuego purificador y trascendental. Todo ello, lleva a una sacralización interior, de nuestra mirada hacia el mundo, siendo todo un proceso irreversible que culminará en un cambio radical de estado, muerte al mundo profano, para renacer simultáneamente al mundo espiritual. Estamos entonces ante la muerte Iniciática, entre dos mundos, el profano y el que permite la libre realización de posibilidades de orden superior.
Por tanto, esta muerte no tiene nada que ver con lo corporal, marca la separación absoluta entre dos estados: El que podemos llamar  de dependencia mundana y el de dimensión espiritual o retorno a la dimensión primitiva del espíritu. En este sentido, si seguimos los últimos datos de la ciencia, especialmente la Física, sobre el postulantazo de una energía psíquica sostenedora del cosmos, nos acercamos a los asertos hindúes de los que habla René Guénon, a cuyo tenor todos los estados del Ser están contenidos en el principio espiritual Atma, por lo que el cuerpo, simple modalidad de unote esos estados, debe estar contenido en cierta forma en el espíritu. Siendo Atma el Centro espiritual que contiene todas las cosas, la Identidad suprema supone la unificación de todos los elementos del Ser.
Volviendo al principio del concepto de Iniciación, basta que contemplemos su etimología para recordar su sentido preparatorio.El Iniciado es hombre espiritualmente solitario, y la Iniciación es un condicionamiento previo para poder lanzarse al desarrollo de la plenitud de su esencia. Las fases siguientes de realización espiritual, suponen una asunción del secreto Iniciático, la laboriosa síntesis de las facultades esenciales fruto de una labor  tan interior, que es imposible transferirla a otro. Ya no se concibe dirección, corrección ni consejo prodigables a un Iniciado, hombre que parte de una dimensión determinada y a un ritmo misterioso, alcanzará una dimensión muy superior, distinta para cada Adepto.
El Conocimiento, que es algo totalmente distinto del “saber”, supone asumir totalmente la esencia de una cosa y ello implica una compenetración con la misma, la identificación total, que es la meta final del Iniciado. Ello implica la liberación total de lo que no es esencial, la muerte Iniciática, salto del profano al Iniciado, una liberación del mundo y de sus límites, ya que el Iniciado va hacia el infinito.
Tales esfuerzos de transformación, renuncia, meditación, contemplación solitaria, no están al alcance de todos. Así como el exoterismo, la religión, llaman a todos y les prometen el Paraíso; la Iniciación prepara un retorno a la dimensión primordial perdida. No se trata de un premio, una situación, sino de un estado intermedio entre la Divinidad y el hombre. No se ha caminado entre el premio y el castigo, sino hacia la máxima dimensión posible, la máxima participación posible en la esencia Divina.
(Continuará)
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