Si miramos en la historia observaremos los aspectos externos de los hechos y circunstancias, como justas y torneos, el amor cortés y los caballeros andantes permanecen en nuestro recuerdo como algo querido.
El Caballero continúa a través del tiempo siendo un héroe, siempre dispuesto a defender las causas del bien y de la justicia con valor indomable, siempre al servicio de los débiles y desprotegidos. Sus ideales espirituales siempre prevalecían y orientaban su gesta, aún cuando el objeto último de sus afanes no resultaba en absoluto claro para la mayoría de la gente.
Por tanto, el Caballero llegó a convertirse en una figura arquetípica, única y a la que no se alcanza con solamente ética, valor, destreza y cortesía. Así como Rudolf Otto afirmaba que la bondad por si sola no alcanza a lo santo sino que es necesario además lo numinoso, así vemos que en el auténtico Caballero también lo numinoso está presente y que él no es figura del todo de este mundo.
También resulta cierto, como la historia nos aporta datos, de cómo se apartaron de estos ideales. Como podemos constatar en la historia de las Cruzadas, de las atrocidades que cometieron algunos Caballeros.
La naturaleza esencial de la Caballería Espiritual del medioevo (y de siempre) se caracteriza por reinar sobre ella tanto desconocimiento como incomprensión. Para ello dejemos sobre la mesa unas series de preguntas cuyas respuestas nos aportaran alguna luz:
¿Cuál es la razón para que el rey Francisco I exigiera de Bayardo que lo armara Caballero?. Por cual motivo Isabel I de Inglaterra se hizo armar Caballera el día mismo de su coronación?.
¿Cómo es que el Papa Inocencio III en una bula se jactaba no de ser Pontífice sino de ser Caballero Templario?. ¿Por qué Phlippe le Bel, rey de Francia, se quejaba en una carta a su pariente y protegido el Papa Clemente V, deplorando que ni él ni su sobrino habían sido recibidos como Caballeros Templarios?. ¿Cuál es la misteriosa razón tras el dicho tradicional “Mas vale ser Caballero que príncipe hijo de rey o rey mismo”?.
Todas estas preguntas tienen una sola y contundente respuesta: La Caballería Tradicional supone una Iniciación, entendiendo por esto la transmisión de una influencia espiritual que permitirá a quién es digno y calificado para recibirla, la realización de grandes hechos en lo externo y en lo interior, pero que nada cambiará en quien es indigno de ser Caballero. Por ello será conveniente y deseable referirse a la Caballería Espiritual o, mejor aún, Iniciática para distinguirla del que solo practica la guerra y el combate o bien con quienes usurpan el título de Caballero sin derecho a ello.
Es necesario comprender dos puntos fundamentales. El primero es el abismo de diferencia que existe entre el esoterismo Iniciático y el simple exoterismo religioso pues hasta un Papa se ufanaba no de ser Pontífice sino de pertenecer al Temple como Caballero. El segundo punto es la tremenda importancia de lo que impulsaba a muchos poderosos y espíritus ilustres a pertenecer a la Caballería. Recordemos a Dante Alighieri, Bocaccio y los “Fideli d´Amore”.
El mundo de hoy ha olvidado todo, al respecto del sentido y misión Iniciáticos de la Caballería y prueba de ello es que aquí y allí, surgen nuevas órdenes que pretenden ser honoríficas y no pasan de carnavalescas, dado que no poseen ni raíces en el pasado, ni filiación Iniciática alguna. En algunos casos pretenden reducir lo Iniciático a lo meramente religioso y exotérico (como es el caso en nuestro medio de los Caballeros de San Martín de Tours). Desde luego esto es una prueba de la formidable ignorancia respecto de la Tradición Iniciática en que vive ese tipo de personas. La parodia es su refugio pues no pueden comprender ni alcanzar a lo verdaderamente trascendente.
No se trata de revisar las narraciones y leyendas del ciclo arturiano y posteriores pues ello necesitaría mucho tiempo y daría poco fruto.
Para el estudio del tema no conviene basarse en las novelas de caballería, salvo de manera accesoria. De hecho estas son obras de fantasías y en su mayor parte escritos por autores que no eran caballeros. Si se les da mucha importancia podríamos terminar como Don Quijote.
Es inteligente apoyarse en las opiniones de diversos tratadistas del tema. Históricamente es Víctor Michelet quien primero destacó en forma explícita el carácter Iniciático de la Caballería. Maurice Keen, profesor en Oxford y en su libro sobre el tema, parte de una óptica puramente místico-religiosa (es decir exotérica) pero sus propias afirmaciones refuerzan nuestro punto de vista. Helas aquí: “Estos relatos demuestran lo consciente que era la Caballería a finales de la Edad Media, de poseer lo que yo he llamado su propia continuidad apostólica, e ilustran su confianza en su propia e independiente ética seglar (es decir laica)”.
Lo que en realidad Keen percibe sin comprender en la Caballería, es la existencia del indispensable linaje Iniciático y, en segundo lugar, la independencia de la Caballería de toda característica del tipo religioso corriente. Esto puede sorprender a quienes hayan leído de cómo se velaban las armas y se armaba Caballeros en las iglesias pero, en rigor, esto solo era recurso conveniente para que el nuevo Caballero recibiera su ordenamiento con adecuados recogimiento y paz de espíritu.