EL LAVATORIO DE LOS PIES

Antes de la fiesta de la Pascua, viendo Jesús que llega Su hora de pasar de este mundo al del Padre, una vez comenzada la cena, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y que había salido de Dios y a Él volvía, se levantó de la mesa, se quitó los vestidos y tomando una toalla se la ciñó. Luego, echó agua en la jofaina y comenzó a lavar los pies a sus discípulos y a secarlos con la toalla que tenía ceñida.

Cundo les hubo lavado los pies, se puso los vestidos y se sentó de nuevo a la mesa. Les dijo: “¿Entendéis lo que he hecho con vosotros?. Vosotros me llamáis Maestro y Señor y decís bien, porque de verdad lo soy. Si Yo pues, os he lavado los pies, siendo vuestro Señor y Maestro, tmbién habréis de lavaros vosotros los pies unos a otros. Porque Yo os he dado ejemplo, para que vosotros hagáis también como Yo he hecho. En verdad, en verdad os digo: No es el siervo mayor que su Señor, ni el enviado mayor que quien le envía. Si aprendéis esto, seréis dichosos si lo practicáis, más lo digo para que se cumpla la Escritura: “El que come mi pan, levantó contra mi el calcañar…”. En verdad, en verdad os digo, que el que recibe al que Yo enviare, a mi me recibe y el que me recibe a mi, recibe a quien me ha enviado”.

Jesús había hablado del lavatorio de pies como un símbolo del perdón de las culpas cotidianas y con este acto, era como una especie de absolución espiritual. Pero, pensó que era un gesto de humillación del Maestro y por eso le dijo: “¡Señor, ¿Tú lavarme a mi los pies?”. Respondió Jesús y le dijo: “Lo que Yo hago, tú no lo sabes ahora, lo sabrás después”. Díjole Pedro: “Jamás me lavarás Tú los pies”. Jesús le respondió: “Si no te los lavare, no tendrás parte conmigo”. Simón dijo entonces: “Señor, entonces no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza”. Jesús le contestó: “El que se ha bañado, no necesita lavarse, está topo limpio; y vosotros estáis limpios pero no todos.

En el lavatorio de los pies hay mucho más que un simple ejemplo de humildad, lo mismo que en la Pasión de Jesús hay mucho más que el dolor. La clave está en la aceptación voluntaria de esa caída, de tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, quien a tener la forma de Dios, no dijo ser igual a Dios, sino que tomó la forma de Su Siervo.

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