EL CRISTO ATADO A LA COLUMNA
EL CRISTO DE TORRIJOS
Estos datos sobre la hacienda de Torrijos no nos otorgaban pruebas sobre la continuidad del saber templario en la hacienda, y en el convento con la entrada de la Orden Jesuíta también se agotaban las posibilidades.
Mas en el libro que nos dio la hermandad de Torrijos había un dato que no teníamos idea de su importancia, hasta ahora. “En el año 1.600, con los descendientes de la noble familia Marmolejo, se halló la escultura del Cristo de la columna, o Cristo de Torrijos, en la hacienda.”
El reconocimiento social a la hacienda de Torrijos va enmarcado por la veneración al Cristo de la columna, de la cuál emana la romería, como se observó al principio de esta investigación. La leyenda local cuenta que un día un gallo picoteando el suelo descubrió la imagen del Cristo. Los dueños de la hacienda acudieron para desenterrarla, creando una capilla para la imagen, y naciendo así la devoción al Cristo.
En esta leyenda, muy conocida por los alrededores del pueblo de Valencina, existen dos graves fallos.
El primero es de fácil reconocimiento. No es más que la imposibilidad de que un gallo con su pico realice un hoyo tan profundo como para desenterrar una imagen que estaría allí desde hacía centenares de años. La misma erosión de la tierra en días de fuerte tormenta desgarraría la tierra más que el animal. Más, reconociendo los pasados Templarios de la hacienda de Torrijos con sus dueños y las relaciones con Alfonso X el Sabio, la Orden Templaria, la Orden de Santiago, Guzmán el Bueno… y todos estos datos que hemos estado extrayendo de su historia, se puede pensar que esta leyenda no es real, si no una alegoría templaria. Esto se extrae al observar que dentro de la leyenda existe un personaje central, el gallo que desentierra la imagen de Cristo. Tal importancia se le otorga, que existe hoy día una imagen del gallo, hecha en piedra y pintada en dorado, junto a los pies del Cristo. Sabemos por otro lado que el gallo era un animal sagrado para la Orden Templaria, pues era aquel que cantó en la noche, cuando Jesús fue negado por san Pedro por tres veces.
Además también es un animal, como vemos, muy simbólico en la pasión de Cristo, y aquí más aún, pues el primer padecimiento que Jesús sufre, son los azotes, realizados en un tiempo muy cercano al momento en que el gallo cantó. Unas 24 horas aproximadamente.
El segundo es menos costoso de demostrar, pero sí más costoso de que nos diéramos cuenta. La veneración al Cristo en la columna empieza supuestamente en el 1.600, cuando es descubierta la imagen, pero al ir al monasterio de San Isidoro, se observa que el culto a la imagen de Cristo fustigado es muy grande, tanto en murales como en esculturas, e incluso existe una escultura, de gran valor artístico, de un Cristo atado a la columna, el cuál se hallaba antes en la hacienda de Torrijos, previamente al descubrimiento de la imagen. Por tanto tenemos dos imágenes de Cristo atado a la columna. Pero no contento con esto, existen muchos murales antiguos en el monasterio, con Cristo atado a la columna, mientras es azotado. Murales que han sido respetados no solo por el cister, si no por los ermitaños de san Jerónimo y por la Orden Jesuíta, hasta nuestros días. Nos indicaban estos murales y esta escultura que realmente al menos desde los tiempos de Guzmán el Bueno, el culto a este momento de la pasión de Cristo existía, y además era muy grande.
Por tanto, aquí podíamos leer, uniendo estos dos puntos de reflexión a la leyenda del Cristo de Torrijos y su descubrimiento, que a pesar de los graznidos de la Inquisición, tanto la hacienda de Torrijos como el monasterio de San Isidoro continuaban guardando una fuerte y estrecha relación en su culto, el cuál a recordar, había sido tomado como hereje.
Ante esta posición, pensamos que ¿qué tipo de herejía podría albergar la veneración al Cristo en la Columna?, y que además, esta herejía no había sido delatada por la Inquisición. O en otras palabras, ¿por qué personas que fueron tratados como herejes, veneraban a una imagen recogida como ortodoxa por la Inquisición?.
En el monasterio de San Isidoro, se observa un mural, el cuál es uno de los más antiguos, en el cuál hay un navío, y de él nace un árbol, que representa el árbol de la vida, en reflexión al Génesis, libro muy importante para el judaísmo y el islamismo. Por otro lado, los Templarios tenían una gran veneración a las columnas del templo de Salomón, como actualmente la masonería, supuestas herederas del saber templario, según ella misma afirma. ¿Sería el Cristo atado a la columna, el Cristo de Torrijos, una veneración secreta al árbol de la vida judío?.
Parecía que el siglo XVII entraba en nuestra historia con una crudeza muy sutil para nuestra investigación. El monasterio se hallaba bajo el dominio jesuita, los cuales, repetimos, eran los encargados de adoctrinar a los monjes herejes. Mas si quemaron a hombres vivos, persiguieron a muchos otros, por herejía, ¿por qué no destruyeron los trabajos pictóricos religiosos del convento, realizados por los monjes la Orden Jesuíta?. ¿Podrían ser ellos los doctrinados, y no al contrario, como quería la Inquisición?. Parecía que la fábula del descubrimiento de la imagen del Cristo atado en la columna, era como un reclamo publicitario para aquellos que estaban ausentes de la libertad religiosa. Antes se tenía el culto en el monasterio de San Isidoro, ahora públicamente se daba a conocer que este culto se hallaba en la hacienda de Torrijos.
Pero la historia del monasterio nos otorgó una grata nueva pista. Gracias a la Orden Jesuíta, el gran artista Juan Martínez Montañés fue llamado para realizar trabajos en el monasterio, tanto de pintura como de escultura, ya que era considerado el gran maestro de la piedra. Allí realizó un altar mayor de grandiosa belleza, y talló los sepulcros en piedra tanto de Guzmán el Bueno, allí enterrado, como de su esposa, Doña María Alonso Coronel. Lo sobresaliente para nuestra investigación eran dos puntos importantes en el trabajo de Martínez Montañés. El primero era el respeto recogido por la Orden Jesuíta a la persona histórica de Guzmán el Bueno, y de su esposa, para mandar al escultor la realización de sus dos sepulcros. Lo segundo a destacar era el altar mayor que realizó, pues su obra giraba sobre una magnífica escultura de un san Jerónimo arrodillado. Acompañando al altar, a la derecha el enterramiento de Guzmán el Bueno, y a su izquierda el de Doña María Alonso Coronel.
Un dato que nos causó impresión en la estancia del maestro Martínez Montañés en el monasterio, era que le acompañaba Pacheco, rector de arte para la Inquisición, y padre de la esposa del pintor Diego Velázquez, con el cuál coincidiría en el 1.635 en el palacio real, ya que viajó a Madrid para realizar un busto al rey Felipe IV, por encargo del Conde Duque de Olivares. Allí ambos se conocieron, y Velázquez pintó un autorretrato del escultor.
En el siglo XVII, Sevilla era el epicentro cultural de España, y casi de toda Europa, y en la capital andaluza destacaban las escuelas de Martínez Montañés y de Francisco Pacheco. La unión de estos dos maestros en el monasterio de San Isidoro realmente no es extraña, pues los jesuitas habían entrado con la invitación de la Inquisición, a la que pertenecía Pacheco.
Tras los trabajos que Martínez Montañés había dejado reflejado en el monasterio, se observa que la entrada de la Orden Jesuíta no fue tan aniquiladora para la cultura ancestral ya del monasterio, en su adoctrinamiento, como lo fue la Inquisición con sus monjes.
Martínez Montañés y Pacheco son dos exponentes muy notables en la historia del monasterio, y la unión de ambos nos otorga un producto final, Don Diego da Silva de Velázquez, el insigne pintor.
(continuará)
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