El protestantismo
            El protestantismo existente en Sevilla en el siglo XVI fue seglar de las doctrinas calvinistas y luteranas. Como si de una iglesia secreta se tratara, ésta fue denunciada por una mujer a quien, por error del encargado de repartir libros, entregaron un ejemplar de la Imagen del AntiCristo. La conducción de libros a Sevilla corría a cargo de un mozo llamado Julián Hernández,   vulgarmente conocido por el Julianillo, arriero de oficio, el cual trasportaba en toneles desde Ginebra ejemplares del Nuevo Testamento, Salmos y escritos de propaganda. La mujer en cuyas manos había caído la Imagen del AntiCristo, al ver en la portada la figura del Papa arrodillado a los pies del demonio, sospechó que el contenido del libro no debía de ser ortodoxo, y lo entregó a la Inquisición, refiriendo cómo había venido a su poder. Huyó Julianillo, pero fue alcanzado en Adamuz (Córdoba) y traído a la cárcel de Sevilla. Tras su prisión, la Inquisición quedó sorprendida de la gran cantidad de libros luteranos que secretamente entraba en Sevilla, para ser repartidos por toda Andalucía.
            Tras aquella denuncia, 1.555, la Inquisición comenzó una ardua investigación eclesial, llevando al cadalso a influyentes personas, como Don Juan Ponce de León, hijo del Conde de Bailén, Don Cristóbal de Losada, gran médico; Fernando de san Juan, rector del colegio de la Doctrina, el predicador Don Juan González, y sobre todo los monjes del convento de San Isidoro del Campo, en Santiponce, Donde se encontraban Cipriano de Valera y Casiodoro de Reina, los cuales consiguieron escapar, suerte no igual a sus compañeros de estudios teológicos como Antonio del Corro, García Arias, llamado el maestro blanco y Prior del monasterio, el cuál estaría hasta cinco años duramente encarcelado en la sede de la Inquisición en Sevilla, un castillo ubicado en el barrio de Triana,  con fray Juan de León y fray Gregorio Ruiz. Con los datos recogidos por los documentos de la Inquisición, se observó que la insigne Doña María Bohórquez, docta en humanidades, también recluida por la Inquisición por luteranismo, pertenecía a la congregación del monasterio. También algunas monjas fueron apresadas por el Santo Oficio.
            Las sospechas tejidas sobre el monasterio se habían iniciado en el año 1.551, ocasionadas en el proceso contra el Dr. Egidio, en el mismo año, y el secuestro inquisitorial de cuatro Biblias completas y ocho libros sueltos de la Escritura, al menos en 1.552, a frailes de San Isidoro, y una Biblia a un monje del Monasterio de Nuestra Señora del Valle, en Écija. Lo peculiar de este monasterio era que su Prior también pertenecía a la Orden de San Jerónimo Ermitaño.
            Este inicio de investigación, como se decía, fue hecho en el 1.555, año en el que salieron de Sevilla siete personas, hombres y mujeres, debido a la persecución de la Inquisición que comenzaba. Dos años más tarde, a estas siete personas le siguieron doce frailes del monasterio de San Isidoro, pues tenía fama de guardar entre sus paredes unos estudios dogmáticos, realizados por los monjes que allí estaban, considerados heréticos para la Inquisición. Entre estos estudios, emanará la Biblia del Oso, traducción al castellano posteriormente. Los doce frailes del monasterio que huyeron al extranjero, se vieron en Ginebra al año siguiente. Los restantes monjes que se quedaron en Sevilla, serían perseguidos, torturados y quemados, pues desde este momento, durante muchos años todas las ingerencias de la Inquisición tenían al monasterio de San Isidoro como punto de mira. 
            En la Universidad de Granada se halla conservado aún un escrito del 1.600 atribuido al padre Santibáñez, con título “Historia de la Provincia de Andalucía de la Compañía”, en el que se lee: «No libró de este contagio su retiro en el campo al antiguo Monasterio de San Isidoro, aqueste retirado claustro había escogido para Depósito el Racionero Julianillo en que guardar, como en carga de agua, los libros heréticos que de Alemania portaba». Este escrito nos atestiguaba la certeza histórica de los datos que estábamos tratando.
            A nuestras manos llegó otro escrito, el autor R.G. Montes, el cuál narra la transformación que los monjes y el Monasterio de San Isidoro experimentaban. En éste se decía: “Las horas que llaman de coro y rezo, se habían convertido en explicaciones de la santa Escritura”.
            Cuando la Inquisición descubrió que la casa de Doña Isabel de Baena era el lugar de reuniones del luteranismo sevillano, fue un punto de inflexión importante, pues a partir de aquel momento, a la Inquisición se le facilitó mucho su trabajo persecutorio, llegando a 800 personas apresadas. Las cárceles estaban todas llenas.
            Dos años después de haber apresado al Julianillo, 1.557, toda la Orden de los Ermitaños de san Jerónimo, con su Prior al frente, se identificó con la reforma, así llamado el movimiento teológico luterano ocurrido por toda Europa. Fue entonces cuando Casiodoro de Reina y Cipriano Varela huyeron de España. Tras esta identificación, fueron revisados todos los monasterios que dependían del monasterio de San Isidoro: Santa Ana de Tendilla; Santa María de Barrameda, sorprendentemente junto a Medina Sidonia (Cádiz); San Miguel de los Ángeles, junto al Pedrín (Sevilla); Santa Quiteria de Jaén (una ermita); Nuestra Señora de Gracia, de Carmona; y Nuestra Señora del Valle, de Écija, del cuál ya había pruebas, desde el 1.552, que lo incriminaban, como hemos contado.
            Una vez finalizado el proceso inquisitorial, el 24 de septiembre de 1.559 se llevó a cabo el auto de fe, donde fueron quemadas vivas las siguientes personas:
Fray Juan Crisóstomo, Fr. Casiodoro y Fr. Juan de León, jerónimos del mismo monasterio, Doña Isabel de Baena, Don Juan González, las dos hermanas de González, Cristóbal de Losada, el médico, Fernando de San Juan, y por último Garci Arias, el Prior del monasterio de San Isidoro, conocido como el Maestro Blanco, el cuál aceptó la muerte con gran serenidad, ratificándose en las ideas protestantes e increpando a los jueces ejecutores, pues les decía que “más os vale ir tras una reata de asnos que no sentarse a juzgar materias de fe, las cuales no entendéis.”
            En el mismo día, pero fallecidos por el garrote, y no por la hoguera, Juan Ponce de León, Doña María Bohórquez, Doña María Coronel, Doña María de Virués y el P. Morcillo, hermano del gran filósofo Sebastián Fox. Fue sorprendente el ánimo que mostraron las señoras, especialmente Doña María Bohórquez, con 21 años.
            En esta lista nos sorprendió el nombre de Doña María Coronel, que aunque no era la esposa de Guzmán el Bueno, anteriormente recogida en la investigación, sí que era de su familia, y por tanto, del mismo linaje que los dueños de la hacienda de Torrijos, parece que aunque el monasterio quedara en manos de las Ordenes del Cister y de san Jerónimo, la familia de la hacienda de Torrijos no quedó muy alejada del futuro del monasterio.
            El 22 de diciembre del 1.560 se llevó a cabo un segundo auto de fe por la Inquisición, para continuar el proceso de los restantes presos acusados por herejía luterana, siendo quemados vivos:
Julianillo Hernández, conductor de libros heréticos, fray Juan Sastre, lego de San Isidro, Nicolás Burton, comerciante inglés, y ocho señoras, Doña Ana de Ribera, Doña Francisca Ruiz, Doña María Gómez, Doña Francisca Chaves, monja de Santa Isabel; Doña Leonor Núñez, esposa de un conocido médico y sus tres hijas, fueron penitenciados también cinco monjes de San Isidro y tres señoras de la más alta nobleza.
Abjuraron de vehementi o de levi el jurado Virués, Bartolomé Fuentes y dos estudiantes contra ninguno de los cuales se probó el delito de herejía.
            En el año 1.568, se publicó un edicto del Papa Pío V y del rey de España Felipe II, en el cuál se invitaba a todos los monjes que quedaron vivos, de los ermitaños de san Jerónimo,  regresaran a la Orden de san Jerónimo inicial, para ser liberados, uniendo así los jerónimos. Con este edicto, la contrarreforma se había puesto en marcha, en el monasterio de San Isidoro. Esta contrarreforma la llevó a cabo la Inquisición principalmente, como se ve, pero también contó con los apoyos del Concilio de Trento, del estado, de las celebraciones y pasos de Semana Santa, y de la Orden de los Jesuitas, recién instalada en Sevilla, la cuál sería la nueva regente del monasterio desde aquel momento, adoctrinando a los monjes que allí se hallaban. En su regencia, trajeron las reliquias del mártir romano san Eutiquio al monasterio.
            Este cambio de Orden en la regencia del monasterio, muy guiado por la propia Inquisición, nos hizo pensar que las relaciones entre el monasterio, la Hacienda de Torrijos y los misterios Templarios y heréticos ya finalizarían, pues el trabajo realizado por la Inquisición en el monasterio fue avasallador.
            Mientras la Orden Jesuíta comenzaba su adoctrinamiento a los monjes que habían conseguido sobrevivir a la Inquisición, la hacienda de Torrijos estaba ahora siendo comandada por la ilustre familia Marmolejo. Este linaje había tomado la posesión de la hacienda en 1.383, a mano de Alonso Fernández Marmolejo y Doña Ana de Orta, poseedores de una de las mitades de la hacienda, según el libro que recogimos de la hermandad local del Cristo de Torrijos. Desde este dato, nos pusimos a investigar, llegando a saber únicamente que este matrimonio tendría como tercer hijo a Alonso Fernández Marmolejo, que se casará con Juana Rodríguez Esquivel. Su único hijo, Don Pedro Fernández de Marmolejo, nieto de Don Alonso Fernández Marmolejo sería nuevamente el único señor de Torrijos, del cuál no tenemos dato alguno.
Después, Pedro Fernández de Marmolejo se casó con María de Mendoza, teniendo una hija única, Juana de Mendoza, que se casaría con Fernando Arias de Saavedra, el cuál murió en 1.481, dejando una descendencia, Pedro Fernández de Saavedra, señor de Lanzarote, que murió en el 1.510, y se casó con  Constanza Saarmiento, teniendo una única hija, Juana de Mendoza. Como se observa con el casamiento con Fernando Arias de Saavedra, la familia de Torrijos se ve unida al linaje del gran escritor español Cervantes.                              
(continuará)

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