Para ejercer el querer, hace alta el poder, pero tampoco se debe hacer todo lo que se puede, porque hace falta tener en cuenta el deber para que la acción sea correcta. El poder sigue al ser. Él es fuerza, pujanza y vigor. Deponer el poder resulta imposible, porque mientras hay vida hay poder, en distintos grados, y puede haberlo incluso hasta después de morir. El poder no brota solo de las capacidades propias, sino de la fuerza que nos confiere quien nos ama, porque da más fuerza sentirse amado que creerse fuerte.

La justicia sin la fuerza es impotente; la fuerza sin la justicia es tiránica. El poder sólo debería concedérsele a gentes que no lo adorasen, pero de todos modos, el fuerte nunca lo es lo suficiente para mantener eternamente su dominio. Si asumo un deber, he de intentar al menos saber hasta que punto soy capaz de ejercerlo, es decir, conocer cuales son mis límites, pues ¿de qué me serviría si quiero hacer una cosa pero me resulta imposible realizarla?. Yo puedo hacer algo, pero no puedo hacerlo todo, ya que como se ha dicho, a lo imposible nadie está obligado. Entre el no y el sí, las voluntades débiles se traducen en discursos; las fuertes en actos. Si no haces lo que quieres, haz al menos lo que puedes. Que no puedas hacer todo lo que quieres no es razón para que no quieras hacer todo lo que puedes. Si aún puedes ser más bueno de lo que eres, es evidente que aún no eres tan bueno como debes. Haz lo que puedas, pide para que puedas. Y no piense el malo que no hay nadie bueno ni el bueno crea que sólo lo es él.

El “sí”, convierte los proyectos en realidades; la persona entrenada en las pequeñas contrariedades, logrará superar las grandes. Lo que para el débil de voluntad es barrera, para el fuerte es desafío y recordemos que la fortuna ayuda a los audaces. La primera lección que nos enseña el luchador, es considerar las dificultades y sufrimientos como asuntos de rutina inherentes al luchar mismo. El “sí” de la persona, se manifiesta a través de cuatro fórmulas: De presentación, “aquí estoy, contad conmigo”; de identidad y cualificación, “yo soy este que soy”; de identificación, “me conocéis por mis obras”, y de reconocimiento “os quedaré agradecido”.

La acción diligente aleja de nosotros tres grandes males: El hastío, el vicio y la escasez. El pan es más sabroso cuando se gana con el propio sudor, para disfrutar las flores hay que cultivar primero el jardín y eso requiere mucho agua en forma de sudor. Los sueños devienen en realidad, cuando trabajan mientras sueñan.

La libertad no consiste en hacer lo que nos da la gana, sino en hacer lo que tenemos que hacer porque nos da la gana; nadie es más esclavo que quien hace de perfecto, pero eso es sólo porque exigen poco de sí mismo. Abandonar puede tener justificación, abandonarse, jamás. La primera cosecha, está en el hecho de sembrar, surco a surco, caminas hacia el futuro. Siembra sin esperar la cosecha; quien siembra poco espera demasiado y desespera mucho. Todo el placer de los días, está en sus amaneceres. Imposible plantar hoy un árbol y sentarse mañana su sombra. El tiempo es la hora de la siembra, la eternidad la de su cosecha.

Para llegar muy lejos, hay que comenzar por ir muy cerca; la mayor parte de los fracasos suelen llegarnos por pretender adelantar las horas de los éxitos. Si al principio de un largo viaje conociésemos todas las dificultades que nos esperan, pocos lo emprenderían. Así que entiende que el destino está en tus manos, no dejes que el destino te destine. Busca como quien va a encontrar y encontrarás como quién aún a de buscar, pues cuando se ha terminado algo, entonces es cuando empieza.
(continuará)

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