No se mide la vida de las personas por su duración, sino por el uso que han hecho del tiempo que les fue dado vivir. ¿Amas la vida?. Entonces no malgastes más el tiempo, ya que es el tejido de la existencia; una vida grande, es un pensamiento de juventud realizado en la edad madura. Porque toda la vida es en su mayor parte, fragilidad y pompas de jabón, pero hay en todo ella dos componentes sólidos cómo el mármol: La compasión ante la desgracia ajena y el valor ante la desgracia propia, es decir, la alegría luminosa y la gracia de haber podido testificarla. Para los mejores, la vida es un combate que se salda con una experiencia de luz; para los menos buenos, la tristeza de una sombra peregrina, pero para éstos últimos, que somos la mayoría, la vida sería mil veces mejor si la acompañamos de espíritus virtuosos, porque la intensificación de la existencia, sólo se alcanza por contagio de su energía luminosa, esto es, de su virtud y su fuerza.

La virtud, es la planificación de la bondad potencial que hay en nosotros, convierte al hombre en prudente, discreto, sagaz, cuerdo y sabio, valeroso, moderado, íntegro, feliz, digno de aplauso, verdadero. Es decir, un gran hombre en todo. La virtud, es el pequeño Sol del pequeño mundo llamado hombre; el hemisferio es la buena conciencia. Nada hay que amar más que la virtud ni nada tan aborrecible como el vicio. La virtud, se basta a sí misma y ella hace al hombre digno de ser amado cuando vive, y memorable una vez que ha muerto.

Es preciso ser virtuoso para alcanzar una vida feliz, pero también ser feliz para ser virtuoso; por eso la virtud, no puede ser un vicio disfrazado, ni siembras narcisistas de fama futura, ni temor al comentario de las gentes o a la Ley. Las actitudes pequeñas, afectan a las mentes pequeñas, pero quien monta en un elefante, no teme los ladridos de los perros y ni aún la mayor de las serpientes atemoriza al águila que surca los cielos.

Se asegura, que la prudencia no es verdadera si no es justa; ni es perfecta la templanza si no es fuerte, justa y prudente; ni es íntegra la fortaleza si no es prudente, templada y justa; ni es verdadera la justicia si no es prudente, justa y templada. En realidad, no existen las virtudes en plural, cada una a su aire a modo de habilidades independientes. La virtud, en singular, es el ser humano entero, de ahí que cada hábito virtuoso implica a los demás, porque es el ser humano entero quien puede recibir el calificativo de virtuoso. Quien posee una virtud, las posee todas y quien ofende a una a todas ofende.

El sabio no es el coleccionista de virtudes que reúne las excelencias complementarias desde fuera de sí, sino el corazón amoroso. Fusión sin confusión: Una virtud en la otra, todas en todas y todas en cada una. En sentido contrario, quien tiene un vicio, tiene todos los vicios, pues quien es avaro, por ejemplo, recapitula mediocridades tales como dureza, egoísmo, mezquindad, etc. Si el heroísmo es espasmo, la virtud es crónica. Ni la virtud puede ser fugaz, porque la piedad momentánea no es aún una virtud, ni se puede fraccionar, porque una semisabiduría no es una sabiduría.

Pretender ser un “saco de virtudes”, salir del gimnasio ético presumiendo de tener un “cuerpo ético” sería fariseísmo. El fariseo, cree convertirse él mismo en bueno, pero sólo el resultado de acciones buenas te convierte en bueno sin pretenderlo. Quien se declara poseedor de una virtud, encubre su egocentrismo, pues la virtud lo posee a uno y no a la inversa. El fatuo dice: “A mi a humilde no me gana nadie”. Ejercitarse en virtudes para exhibirse, encuentra su acomodo en el refrán “dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”.

Quien para ser virtuoso exige premio o recompensa exterior, es moralmente reprobable. La acción virtuosa es tan ajena al miedo al castigo, como a la mera obediencia a la Ley, ya que hay leyes sin valor ético, por muy leyes que sean. Si la virtud es el hábito de obrar bien, el vicio es el de obrar el mal. Lo que nos impide abandonar un solo vicio, es que tenemos varios. Los vicios, son un error de cálculo en la búsqueda de la felicidad, nos visitan como huéspedes y se quedan como carceleros. Todo vicio lleva consigo su excusa y su inevitable cinismo, y los vicios más peligrosos, son los que se ocultan bajo apariencia de virtud, pero ni los mejores defectos bien explotados, refulgirían como las virtudes, pues no dejarán de ser lo que son.
(continuará)

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