Autora: Hna. L.G.+
Para todo gran mensaje se requiere de tres elementos: Un púlpito, un público y una verdad.
Estos tres elementos los encontramos en los dos mensajes más nobles que Jesús dio al inicio de Su vida pública y al final de Su vida, para toda la humanidad.
En Su primer mensaje, su púlpito fue la montaña, Su público: galileos analfabetos, Su verdad: Las Bienaventuranzas.
En Su último mensaje, tuvo por púlpito la cruz, por público a escribas y fariseos que blasfemaban, sacerdotes del templo que se reían de él, soldados romanos que jugaban dados disputándose la ropa que despojaron a Jesús, tímidos discípulos que temían, Magdalena que lloraba, Juan que le amaba y María que sufría solo como una madre es capaz de sufrir.
Magdalena representa el arrepentimiento, Juan el sacerdocio y María la inocencia; los tres tipos de alma que se encuentran al pie de la cruz de Cristo siempre.
El sermón que Jesús dio desde la cruz y que el público oyó, fueron las siete últimas palabras que el Salvador en Su agonía pronunció, dejándonos sus pensamientos en una clara muestra de amor por la humanidad.
Esas siete palabras jamás han muerto, fueron recogidas por el numeroso público que asistió a Su crucifixión, transmitidas por todo Jerusalén hasta el día de hoy, llegando a todos los corazones, invitándonos a decidir si vamos a dejarnos tentar por el amor del Salvador.
Así pues, el Calvario, es la nueva montaña de la tentación, y ahora no es Satanás quien tienta a Jesús como en el desierto, sino es Cristo quien nos tienta; nos tienta a amar al amor, al Rey de reyes, al Santo de los santos, al Uno y Trino, a nuestro Salvador y guía, al jefe de la milicia celestial, especialmente de nosotros, miembros de la Orden del Temple; diciéndonos: ¡Adelante mi preciosa caravana de pequeños y humildes soldados!. Yo, vuestro maestro, los invito y animo cada día a seguir perseverando, siempre vigilantes, atentos a los signos de los tiempos y preparándose para mi Parusía.
(continuará)
Copyright. Todos los derechos reservados. Orden de Sión