Las asechanzas de Jesús (II)
La Sinagoga
La Sinagoga era un lugar de reunión y casa de oración, y en ella se celebraban las reuniones y principalmente la del sábado. Su necesidad surgió a raíz de la destrucción del templo por Nabucodonosor, y eran lugares para escuchar la Palabra, recogimiento y oración. Pero también eran lugares de estudio de la Torá y de la Escritura, y para ello tenía anejas a la zona principal, varias habitaciones destinadas a esos fines.
Allí enseñaban los escribas y maestros, siendo presididas por un jefe con su ayudante, el cual era asistido por un consejo de ancianos. Un grupo de personas podían construir su propia Sinagoga, y llegaron a ser centenares las que había en tiempos de Jesús.
La obsesión de los fariseos era hacer cumplir la Ley de Moisés, y para evitar algún tipo de equívoco, se encargaron de crear unas normas que permitieran una realización práctica, así la hacían asequible y sin temor a distorsión alguna. Fueron por tanto, añadiendo norma a norma, actualizando las tradiciones orales, y todo ello llegó a ser una carga insoportable con tal cantidad de prohibiciones y obligaciones, imposibles de recordarlas todas, pues eran más de seiscientas.
Los escribas se ocupaban de la aplicación de todos los Mandamientos y sentenciaban al hombre sencillo a hacer lo que tenía que hacer minuto a minuto. Todos esos preceptos, debían ser estrictamente observados y en esta situación, hacía que los fariseos se creyeran hombres justos y santos, aunque su concepto de religión era extraordinariamente frío y mecánico, sin misericordia y corazón. En ese desmedido afán de ser considerados los más piadosos, utilizaban la religión en su propio beneficio, para tener prestigio personal o social y todo lo hacían cara al que dirán de la gente: Oraciones en las esquinas, ayunos ostensibles, ropajes vistosos, gustando de ser llamados maestros. De ahí su hipocresía, ya que el orgullo los perdía y la vanidad los trastornaba.
En la parábola de los dos hombres que van a orar al templo, Lucas caricaturiza la autosuficiencia del fariseo, ya que ¿de qué podía hablar con Dios más que de sí mismo?. Aparte de que era incomparable con cualquier otro por su santidad y sus obras, sin faltar el gran desprecio que demuestra hacia el otro hombre orante.
Los Evangelios, son duros e implacables con el llamado fariseísmo religioso, que se muestra lleno de hipocresía y en el capítulo 23 de Mateo, resume la conducta y actitudes de este grupo, y tiene una gran acusación hacia esa manera de entender lo religioso. Quizás en los tiempos de Jesús no se llegara a tales extremos, y es posible que influyera la situación de la comunidad cristiana de donde surge este Evangelio, posiblemente en Damasco sobre los años 80-90, cuando ya se va marcando un claro distanciamiento entre los dirigentes fariseos de la Sinagoga. En el año 70, con la destrucción de Jerusalén y su templo, marcó la dispersión de judíos y cristianos. Los primeros, dirigidos por fariseos, se establecen en Jamnia y a partir de entonces, sin cultos ni sacrificios en el templo, los caduceos irán desapareciendo.
Por entonces, en las Sinagogas se añade una bendición contra los herejes y entre ellos, están los discípulos de Jesús: “Que en un instante desaparezcan los nazarenos y los herejes, que sean borrados del libro de los vivos y no sean escritos entre los justos. ¡Bendito seas Yahvé, que doblegas a los orgullosos!”. Según los expertos, el probable autor del Evangelio de Mateo, fuera un escriba converso que conocería muy bien las Escrituras y también el espíritu farisáico, al cual desenmascara con contundencia. Pese a todo, en la comprensión del grupo de los fariseos y su relación con Jesús, deben tenerse presente estos matices:
Ø En su afán por aparecer como piadosos, había algunos, los llamados “heridos en la frente”, que caminaban con los ojos tan bajos para no mirar a una mujer, que acababan tropezando contra un muro; o los llamados “morteros”, que caminaban tan encorvados por devoción exterior, que se asemejaban a los que manejaban un mortero. Había otros más sensatos, que intentaban hacer una buena obra al día y otros obraban por amor a Dios.
Jesús iba caminando hacia Jerusalén, enseñando por aldeas y pueblos y según cuenta Lucas, hay un momento en que se le acercan unos fariseos y le dicen: “Sal, márchate de aquí porque Herodes quiere matarte”, lo cual indica entre los últimos mencionados, que había hacia Jesús una cierta afinidad y cercanía, incluso de simpatía y afecto hacia Él. En otra ocasión, ante un grupo de fariseos que había intentado prender a Jesús, debió intervenir Nicodemo, magistrado y alto cargo del Consejo para recordarles que la Ley no permitía condenar a nadie sin haberle oído primero.
Ø Jesús se presentó para Su misión como profeta y como maestro, y en ambos menesteres la Palabra era esencial. Como profeta, era un hombre laico (no era sacerdote judío) que anunció el Reino de Dios como un modo nuevo de manifestación Divina, denunciando las opresiones de Su pueblo por parte de los poderes, especialmente los religiosos, entroncando así con las grandes figuras del Antiguo Testamento, aunque de una manera atípica.
Como maestro, ofrecía un mensaje novedoso, de proximidad y salvación y por encima de todo, “enseñaba con autoridad”, que invitaba al deseo de ser escuchado. En esta función pedagógica, es donde Jesús se encontraba próximo a los escribas y doctores de la Ley, a los fariseos en general, siendo este grupo al que más se asemejaba y también con el que había de chocar más.
(continuará)
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