También el mismo pueblo, la gente que se enfervorizaba cuando veía las cosas que hacía Jesús, como ocurrió en la multiplicación de los panes y los peces, lo que intentaban era que asumiera un poder real, es decir, proclamarlo rey, por lo que Jesús, según relata Mateo, huyó solo al monte. Sin duda la manifestación más espectacular la vemos en Su entrada en Jerusalén el llamado Domingo de Ramos, en donde los rostros deformes de la tentación se revisten de tintes religiosos, ya que todas esas aclamaciones, mantos echados a sus pies para que pasara sobre ellos, eran verdaderas en el exterior, pero ocultaban la expectativa general de intentar la proclamación de Jesús como rey.
Jesús siempre venció a las tentaciones del poder en todas sus manifestaciones y jamás aspiró a asumir un poder político que era a la vez religioso, y que era ejercido con despotismo por monarcas totalitarios, por lo que cuando Él vino a realizar signos de liberación iba en contra del poder que ejercía la opresión sobre los hombres.
Fiel a Su proyecto de crear un mundo lleno de hermanos e Hijos de Dios con su liberación integral, Su fuerza Divina abarcaba tanto al  corazón de hombre, con la superación de la culpa, el perdón y la renovación del espíritu, lo que daba como resultado un gran bienestar tanto físico como psíquico.
Si no hay hombre nuevo, la opresión del poder cambiará de dueño o déspota, pero no de opresión y de métodos. La liberación de Jesús, de Su pueblo y de Israel, comienza por el hombre mismo, porque el poder no cambia de nombre, sino de quien lo ostenta. Si el hombre es nuevo, las instituciones, prolongación de su actividad también serán nuevas. Sus milagros, del griego “dynamis” (hecho de poder), son las señales fuertes de ese hombre liberado en ese Reino que ha comenzado.
La victoria del hombre sobre Satanás es el fin mismo de la misión de Cristo, que viene para reducir a la impotencia al que tenía el imperio de la muerte, el diablo y sustituir el reino de Satanás por el Reino de Dios.
Jesús, al resistir la tentación y vencer al tentador, nos ha manifestado también que se cumplía el anuncio esperanzado del protoevangelio  del  Génesis: Enemistad pondré entre ti (la serpiente) y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te pondrá la planta del pie sobre tu cabeza, mientras tú acechas su talón. El mal siempre puede ser vencido y superado con Jesús.
(continuará)
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