El problema consistirá en que nos resultará imposible
llevar a madurez todas las tendencias que se manifiestan en nuestro interior,
exteriorizarlas, conseguir que se conviertan en una obra externa, de modo que
una parte de nosotros mismos permanecerá en el “abismo”,
evolucionando en otros niveles, en otro tiempo, en otra vida.

Así pues, para poder crear y cumplir con el compromiso Divino nos vemos en la
obligación de utilizar la Luz que legítimamente nos pertenece y proyectarla
fuera de nosotros mismos. De este modo, estamos en la primera línea de
progreso, pero el precio a pagar es la división interna entre tendencias que
siguen a Ley y progresan y otras que quedan subdesarrolladas y nos condenan a
un ulterior retorno a la Tierra para su debido desarrollo.

Si la totalidad de nuestro ser se opone al sacrificio,
salinizándonos para impedir que la Luz pueda salir al exterior, nos sitúa
automáticamente fuera del esquema de la creación. Y si por un lado alcanzamos
la plenitud del conocimiento, al dejar de emplearlo para abrir nuevos frentes
en la creación, se convierte en una enseñanza inútil, en un puro desperdicio y
ello nos da derecho al carné y estatuto de los rezagados.

Pongamos otro ejemplo. Hemos dicho anteriormente, que las relaciones con los demás son portadoras de karma, generan
facturas que nos obligarán a tener que volver nuevamente a la Tierra para
liquidarlas. Con esta información podríamos decidir encerrarnos en casa para el
resto de nuestros días y evitar así la generación de nuevo karma. Pero dado que
en nuestro sistema de vida necesitamos compartir para evolucionar más deprisa,
el encierro nos apartaría de esa vía, sería como si nos salinizáramos (nos
encerráramos en sal para conservarnos) y nos situaríamos así fuera del esquema
de la Creación, convirtiéndonos en rezagados.

Crear es pues una necesidad, incluso las creaciones
erróneas, aquellas cuyo ropaje material se destruye al poco tiempo de
edificarlo, son preferibles a la inactividad, ya que la energía que se
desprende de esos errores, al ser reincorporada violentamente al individuo en
las bajas regiones del mundo de Deseos, después de la muerte física, es
generadora de conciencia. Mientras que la inhibición pocas veces nos permite
darnos cuenta que estamos desconectados de la vanguardia de nuestra Oleada de
Vida.

Voluntad, Sabiduría e Inteligencia son tres principios
que se encuentran interiorizados en cada uno de nosotros.

La Voluntad
(Kether) se relaciona con nuestro cuerpo Mental, promoviendo una sed de
conocimiento y aportando el material espiritual que ha de posibilitarlo

La Sabiduría
(Hochmah) se relaciona con el cuerpo de Deseos o Astral, movilizando en él nuestros
sentimientos en el empleo de conocer y saber.

La Inteligencia (Binah) se relaciona con el cuerpo Físico, propiciando que el designio del que es portadora la Voluntad encaje en el
mundo físico.

De este modo se podría formular el plan de la Creación de la siguiente
manera: En el cielo existen unos conocimientos que es preciso imprimir en el
mundo material, para que éste sea la copia exacta del cielo. Como el mundo
material es más estrecho que el mundo espiritual, al “cielo” le resulta
imposible vaciarse en la Tierra como el agua de un cubo se vacía en otro. La
implantación del orden divino se efectúa parcela a parcela, filamento a
filamento.

(continuará)

Orden de Sión+++