LAS LETRAS HEBRÁICAS


Así como en el primer Día de la Creación, Kether fue el
principal centro activo, también en el despliegue de la Oleada de vida humana, la
primera forma de vida que existió fue Adam. Este nombre debe escribirse con M
final. En las tres letras que lo componen están representados los tres centros
de energía que participaron en esta creación. El Aleph es Kether o la Voluntad que lo mueve
todo; el Daleth es Hochmah, o el Amor que crea la vida; el Mem es Binah, o la Forma material que da a las
virtudes espirituales un vehículo para su manifestación.

En la terminología alquímica, ese primer estadio de la
existencia material representado por Adam recibe el nombre de Azufre,
considerado como el padre de todos los metales, su generador, que se encuentra
en las múltiples combinaciones materiales a que dio lugar la diversificación de
la Creación. La
humanidad adamita tenía un nivel de conciencia semejante a los minerales
actuales, es decir, ausencia total de conciencia de sí misma.

En el segundo Día de la Creación, el principal
Centro activo fue Hochmah. La especialidad de ese Séfira es la de llevar a la
madurez aquello que Kether-Voluntad ha iniciado. En Hochmah se encuentra
almacenada la corriente luminosa procedente de Kether y el suplemento de Luz
que correspondería a Binah y al que éste renunció para que fuera posible la
existencia de nuevas Oleadas de Vida; de modo que Hochmah es un auténtico pozo
de fuerzas luminosas que sirven para reconstituir la armonía allí donde reina
el desorden, el cáos y la enfermedad.

Del mismo modo que en el segundo Día de la Creación el centro activo
fue Hochmah, también en la segunda etapa del desarrollo de la Oleada de Vida humana
apareció la mujer. La humanidad adamita era hermafrodita, y así lo es el feto
en la etapa de su desarrollo en que recapitula ese período. Al entrar Hochmah
en fase dinámica, Adam, el hombre primordial, se dividió y el sexo masculino
fue separado del femenino. 

Es preciso entender correctamente este proceso, porque una lectura equivocada de
la Biblia
podría llevaros a pensar que el primer sexo que apareció en la Tierra fue el
masculino, cuando queda claro que Adam era hermafrodita, hombre y mujer a la
vez.

En una traducción simple de la Biblia (Génesis II/23), se
apunta que Adam dio a ese nuevo estado de ser, nacido de su costado, el nombre
de mujer o varona. En realidad la palabra que aparece en el texto de Moisés es
Aisha, palabra formada por las letras hebraicas: Aleph-Shin-He. El análisis de
esas letras nos permitirá comprender su profundo significado. El Aleph,
representa la fuente primordial de la vida en la cual toda voluntad tiene su
origen. El Shin es el signo de enlace entre la Divinidad y el hombre, es el
terreno de encuentro entre la naturaleza espiritual y la material y, por lo tanto,
ilustra el instante en que el hombre comprende los objetivos de Dios. El He es
la fecundidad, la fertilidad material. Este nombre revela un estadio, en el
desarrollo humano, en el cual el ser humano posee ya la facultad de comprender,
encerrada dentro de sí, y de transmitir esa facultad a través del He a todas
las cosas.

Pero más allá de ese significado, en Aisha, Dios
establece una alianza con el hombre, marcándolo con el Shin, signo que
constituye una promesa de redención. Es por ese signo que un día vendría al
mundo material Jesús-Cristo, denominado el Hijo, y que además de representar un
acontecimiento histórico, aparecería en nuestra propia naturaleza individual.
Aisha se manifestará un día dentro de nosotros y nos traerá el hijo tan
esperado, y ese será un nacimiento sin la intervención de un varón: Será obra
de nuestro espíritu que habrá conquistado una categoría superior.

En la terminología alquímica, ese segundo estadio de la existencia material
representado por Aisha, recibe el nombre de Mercurio, considerado como la madre
de todos los metales.

(continuará)

Orden de Sión+++