Volviendo al
tema anterior, la técnica del “abismo” sería ya una institución y con
ella se resolverían los ulteriores conflictos. Pero esos “rezagados”,
evolucionando a niveles distintos a los del resto de la especie, crearían una
permanente conflictividad y serían, tanto ellos como sus descendientes de los
planos inferiores, los grandes agentes del “mal”, en definitiva, de
los errores que comete el ser humano.

El yerro
resulta ser, en último análisis, la inhibición, la falta de apetencia y
participación en el mundo exterior. “La manifestación de la eternidad está
representada como un Hambre”, escribía el místico Jacob Boehme. Tragarse
el mundo exterior, engullir la eternidad, tal es el objetivo. El que nunca
experimenta ese deseo, está empezando a formar en la fila de los
“rezagados”.
Una vez
excluidos los disidentes de la esfera de Binah, el resto aceptó el
“oscurecimiento”, es decir, consintieron vivir a un nivel inferior a
sus méritos, con todos los inconvenientes derivados de esta situación.

Para poner un ejemplo en el ámbito humano, es como si el hombre que ha vivido
siempre a la luz del Sol, tuviese de pronto que irse a vivir dentro de una
mina.
Se produjo entonces en las esferas de Binah una cristalización de las energías
primordiales y en ese mundo ya más oscuro pudo aparecer una nueva oleada de
vida.

Fue pues el sacrificio de Binah lo que permitió la vida a niveles inferiores y
como la historia de Dios es nuestra propia historia, será también mediante el
sacrificio que conseguiremos progresar.

Tampoco es
preciso dramatizar. Los padres deben sacrificarse para educar a sus hijos. Por
ejemplo, reducen su “luz” (en este caso, el lenguaje habitual que utilizan), para que sus palabras resulten inteligibles a sus retoños.

El sacrificio fue una Ley cuya adopción se hizo necesaria en el alba de la
Creación. Pero, como acabamos de señalar, ese sacrificio fue el que instituyó
en el mundo el “Mal”, porque generó una conflictividad que tuvo que ser
reprimida por decreto, por así decirlo, postergando a un nivel inferior a los
que se rebelaron contra la decisión Divina.

El objetivo
del sacrificio debe ser la Creación. La luz es la materia prima de toda
edificación, pero es la luz que circula por nuestro interior la que lleva el
germen de la vida y es ésa la que debemos utilizar para nuestras creaciones, ya
que la Ley quiere que toda cosa, antes de tener una existencia exterior, haya
sido edificada en nuestra naturaleza interna. Utilizando nuestro potencial para
multiplicar la creación Divina, estaremos ejecutando la política de Dios.

Si nos
concentramos en nosotros y nos inhibimos de toda creación, estamos oponiéndonos
a la política Divina. La luz consumida en creaciones externas nos va siendo
restituida a medida que la vamos gastando, de acuerdo con la ley que reza:
“A cada cual según sus necesidades”, pero la calidad de la luz
recibida dependerá de la obra que estemos realizando.

Es a través
de los Éteres que captamos la luz y ya hemos explicado que disponemos de esa
fuerza vital en la medida que la vayamos utilizando: Si consumimos mucho Éter
Químico, el flujo de Éter Reflector y Luminoso disminuirá. Es como si tienes un
presupuesto para pasar el mes, si gastas mucho en comida, te quedará menos para
ropa. 

Pero aún en el caso de estar utilizando los Éteres superiores para creaciones
sublimes, si esa petición de luz es continua, difícilmente podremos conservar
esa luz en nuestro interior y se formará en nosotros una “zona
oscura”, como sucediera con Binah.

El problema
consistirá en que nos resultará imposible llevar a madurez todas las tendencias
que se manifiestan en nuestro interior, exteriorizarlas, conseguir que se
conviertan en una obra externa, de modo que una parte de nosotros mismos
permanecerá en el “abismo”, evolucionando en otros niveles, en otro
tiempo, en otra vida.

Así pues, para poder crear y cumplir con el compromiso Divino nos vemos en la
obligación de utilizar la luz que legítimamente nos pertenece y proyectarla
fuera de nosotros mismos. De este modo, estamos en la primera línea de
progreso, pero el precio a pagar es la división interna entre tendencias que
siguen la Ley y progresan y otras que quedan subdesarrolladas y nos condenan a
un ulterior retorno a la Tierra para su debido desarrollo.

Si la
totalidad de nuestro ser se opone al sacrificio, salinizándonos para impedir
que la Luz pueda salir al exterior, nos sitúa automáticamente fuera del esquema
de la Creación. Y si por un lado alcanzamos la plenitud del conocimiento, al
dejar de emplearlo para abrir nuevos frentes en la Creación, se convierte en
una enseñanza inútil, en un puro desperdicio y ello nos da derecho al carné y
estatuto de los rezagados.

Pongamos otro ejemplo. Hemos dicho anteriormente que las relaciones con los demás son portadoras de karma, generan
facturas que nos obligarán a tener que volver nuevamente a la Tierra para
liquidarlas. Con esta información podríamos decidir encerrarnos en casa para el
resto de nuestros días y evitar así la generación de nuevo karma. Pero dado que
en nuestro sistema de vida necesitamos compartir para evolucionar más deprisa,
el encierro nos apartaría de esa vía, sería como si nos salinizáramos (nos
encerráramos en sal para conservarnos) y nos situaríamos así fuera del esquema
de la Creación, convirtiéndonos en rezagados.


(continuará)

Orden de Sión+++