Voluntad,
Sabiduría e Inteligencia son tres principios que se encuentran interiorizados
en cada uno de nosotros. 

La Voluntad (Kether) se relaciona con nuestro cuerpo mental, promoviendo una
sed de conocimiento y aportando el material espiritual que ha de posibilitarlo. 

La Sabiduría (Hochmah) se relaciona con el cuerpo de deseos, movilizando en él
nuestros sentimientos en el empleo de conocer y saber.

La
Inteligencia (Binah) se relaciona con el cuerpo físico, propiciando que el
designio del que es portadora la Voluntad encaje en el mundo físico.

De este modo se podría formular el plan de la Creación de la siguiente manera: En el cielo existen unos conocimientos que es preciso imprimir en el mundo
material, para que éste sea la copia exacta del cielo. Como el mundo material
es más estrecho que el mundo espiritual, al “cielo” le resulta imposible
vaciarse en la Tierra como el agua de un cubo se vacía en otro. La implantación
del orden Divino se efectúa parcela a parcela, filamento a filamento
.

El abismo y la inhibición

Esos tres
Centros energéticos constituyen una unidad, pero en el reparto de tareas
apareció de inmediato una evidencia: En aquel Universo de luz iba a resultar
imposible otra vida que la de ellos, los Dioses. Si querían crear una Vida
inferior a la suya, para lanzar nuevos seres al torrente de la evolución, era
preciso crear en ellos mismos una Zona Oscura, a fin de que la nueva Vida
pudiera evolucionar en esa sombra. Le tocó a Binah ser “Zona Oscura”, el tercer Centro energético.

Pero algunos elementos que trabajaban
en esa zona estuvieron en desacuerdo. Todos tenían derecho al mismo nivel de Luz y ciertos sectores de Binah estimaron injusto tener que renunciar a ella.
Nos estamos refiriendo de nuevo a los luciferinos.

La solución del conflicto, como ya se ha dicho, consistió en precipitar al
“abismo” a los disidentes. Es decir, las fuerzas hostiles al designio Divino fueron lanzadas a un nivel inferior para que siguieran en él su avance
sin perturbar la buena marcha de la Creación. Estos fueron los primeros
“rezagados” de la historia del presente periodo evolutivo.

Podemos
extraer de ello una enseñanza práctica: Cada vez que nos inhibimos, en nuestro
quehacer cotidiano; cada vez que pasamos de largo ante los sufrimientos o
dificultades del prójimo, diciéndonos: “Es su problema”, estamos
siguiendo la política de los luciferinos, ya que la separación que se produjo
en Binah cuando los disidentes fueron arrojados al “abismo”, fue
debida, como decíamos, a que una parte de sus moradores se inhibieron de la
tarea esencial que debían realizar y que consistía en alumbrar nuevos mundos,
utilizando la propiedad ígnea de Kether para extender la vida. La inhibición es
un enemigo a combatir.
Pero aclaremos una cosa, ya que anteriormente
dijimos que debíamos evitar dar consejos e inmiscuirnos en asuntos ajenos.
Veamos, un tema es participar en las decisiones que deben tomar los demás, lo
cual puede resultar arriesgado por las implicaciones que conlleva; y otro muy
distinto que pretendamos pasar por la vida como si nada fuera con nosotros,
como aquellos que repiten como loros: “Paso mucho”. Si se encuentra a alguien
accidentado en una carretera, es lícito pararse; si una persona solicita ayuda,
debemos dársela; en un proceso electoral, participemos, porque al final lo
relevante serán las experiencias que extraigamos de nuestra vida.


(continuará

Orden de Sión+++