Bienaventurados sois cuando os vituperen, persiguieren y dijeren mal de vosotros por Mi causa, porque vuestra merced es grande en los cielos, ya que también persiguieron a los Profetas que hubo antes que vosotros.
Todo esto es asombroso y a la vez correcto, sólo que hemos de comprender una cosa: El origen de toda esta persecución, no es otra cosa que nosotros mismos, siempre que encontremos difícil lo justo o pensar con rectitud; cuando cedemos a la cólera o la desesperación. Entonces somos perseguidos por causa de la Justicia, ya que esto implica una lucha con el Yo inferior, que prefiere el viejo modo de pensar, se levanta y nos insulta.
Todos los que han alcanzado la iluminación, ha sido tras grandes batallas con ellos mismos, cuando su viejo Adán les perseguía. Jesús mismo fue tentado y tuvo que hacer frente a esa persecución, especialmente en el huerto de Getsemaní y en la cruz misma. Y como esto ha de suceder antes o después, mejor efectuar la lucha y vencer lo antes posible, de manera que estas persecuciones resulten ser bendiciones Divinas.
No hay virtud alguna en que otros nos molesten o persigan. Nada viene a nosotros al menos que haya algo que lo atraiga, por lo que si tenemos molestias o dificultades, es debido a que algo se encuentra en nuestra mente que debe ser examinado y aclarado. Los débiles, vanidosos y presuntuosos, piensan que si no los tratan como ellos quisieran, es que son perseguidos a causa de su superioridad espiritual. He aquí una patética ilusión, ya que sólo podemos recibir a través de nuestra existencia lo que en todo momento nos corresponde, y nadie puede impedirnos recibir lo que nos roca y/o conseguirlo, por eso debe quedarnos claro, que toda persecución viene del interior.
Non Nobis