De la unión
de las dos potencias, masculina y femenina, nace lo que en el Universo es la
fuerza activa y operante, la que hará posible la Creación.


En la Biblia, ese libro que explica en clave simbólica y real
a la vez la historia de nuestra humanidad, Caín aparece como el hijo de Adán y
Eva. En los relatos Iniciáticos, Caín es el hijo de la
serpiente. Los cabalistas (estudiosos del génesis humano) citan con frecuencia
a los luciferes enamorados de “las hijas de los hombres” y teniendo
relaciones sexuales con ellas. Esos relatos describen de una manera anecdótica
el resultado de un proceso natural. Es decir, cuando los Elohim cubrieron con
su ropaje la esencia Zodiacal, tuvo lugar un acto de generación que dio como
consecuencia el nacimiento de un “hijo”, es decir, de un tipo de
materia cósmica que era el resultado de la unión de la esencia de los Elohim
con la esencia de los Zodiacales.


Los Elohim
son jerarquías creadoras que trabajaron de forma voluntaria en nuestro proceso
de evolución junto a los zodiacales, accionistas que hipotecaron su patrimonio.


Esta generación, situada en el ámbito humano, da como resultado el nacimiento
de Caín, del “hijo perverso”, fruto de la copulación de lo “inferior”
con lo “superior”. Caín nace siempre cuando dos personas de niveles distintos o
de países diferentes se unen. Ello da lugar al nacimiento de una fuerza
intermedia creadora.


Tal como
sucediera con los Elohim, sucedió luego con el despliegue de las facultades
humanas. Caín es el hijo de la mujer y de un semi-Dios o, mejor dicho, de un
semi-ángel. Más tarde, según relata la leyenda, la serpiente fue
expulsada del paraíso por Dios, y por ello Caín fue llamado “el hijo de la
viuda.”


En los Elohim
existían las dos polaridades, masculina y femenina y de la unión de ambas
nacería la tercera, que por ser el resultado natural de la unión de las dos
primeras, formaba parte inseparable de éstas. De modo que las tres Fuerzas eran
rostros diferentes de una sola, con lo cual queda explicado el misterio de la Trinidad, del Padre, Hijo
y Espíritu Santo en la religión católica.


Las tres Fuerzas primordiales corresponden a la misma unidad operativa, pero
las necesidades de la
Creación motivaron que cada una de ellas desempeñara papeles
distintos, de modo que las tres Fuerzas se constituyeron en tres poderosos
Centros Energéticos, cada uno especializado en determinados trabajos.



(continuará)


Orden de Sión+++