Los últimos días de Jesús, conjuras y condena
A medida que los adversarios y enemigos de Jesús iban constatando su libertad y actitudes abiertas, incluso desafiantes y provocativas, el cerco se irá estrechando. La realidad de Su condena se irá convirtiendo en una necesidad; Su eliminación se volverá cuestión de mera oportunidad. El deterioro que podía ocasionarles, en especial Su autoridad y prestigio les resultaba insoportable. Había que buscar un atajo, para evitar al pueblo que buscaba y rodeaba a Jesús.
En no escasas oportunidades, el mismo Jesús les irá echando en cara sus aviesas intenciones. Se trataba de los judíos y jefes de las instituciones de Jerusalén.
El Evangelio de Juan los presenta en los sucesivos viajes de Jesús a la ciudad santa, por ejemplo, el la celebración de la fiesta de las tiendas, y con motivo de una discusión dialéctica dice: “¿No fue Moisés quien dio la Ley y sin embargo ninguno de vosotros la cumple?. ¿Por qué queréis matarme?”. Y otra vez, también en discusión: “Ya sé que sois descendientes de Abraham, sin embargo, intentáis matarme porque no aceptáis mis enseñanzas”. Y ante la contundencia de la afirmación de Jesús: “Os aseguro que antes de Abraham naciera, Yo Soy”. Ya no se retendrán y querrán poner en práctica esa ejecución tan largamente deseada. Los judíos tomaron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del Templo.
Maquinaciones, asedios, conciliábulos y conspiraciones que se prodigarán in crecendo, se visualizan mejor en los Evangelios sinópticos, dado su esquema de culminación de la vida de Jesús en un único y último viaje a Jerusalén. Subir a Jerusalén, tenía por ello, un sombrío significado de peligrosos eventos, un inquietante pronóstico. No sin solemnidad, propia de las opciones irreversibles, lo refiere Lucas: “Cuando llegó el tiempo de Su partida de este mundo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén”. Jerusalén será el lugar del conflicto y el acoso, de la controversia y la confrontación. Pero también, el lugar de la muerte consumada, de la vida entregada y de la resurrección que corona la vida.
(Continuará)
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