El lavatorio de manos
Marcos explica con precisos detalles, a los integrantes de su comunidad, de origen pagano, las diversas observancias, costumbres y tradiciones que practicaban los fariseos.
Es de saber, que los fariseos y los judíos en general, no comen sin antes haberse lavado las manos meticulosamente, aferrándose a la tradición de sus antepasados, y al volver a la plaza, si no se lavan, no comen; y observan por tradición otras muchas costumbres, como la purificación de vasos, jarros y bandejas. Y lo hace con motivo de la inobservancia de los discípulos de Jesús, que comían con las manos sin lavarse. Y dada la consiguiente pregunta hecha a Jesús con velada acusación por los observantes fariseos: “¿Por qué tus discípulos no respetan la tradición de los mayores, sino que comen con las manos impuras, sin lavarse?”. Eran prácticamente impuestas en observancia de la “pureza ritual”.
La defensa de Jesús, con un texto del profeta Isaías, le venía como anillo al dedo, puso en claro una vez más, el legalismo y la mera observancia extrema de los fariseos: “Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de Mi. El culto que me rinden no sirve de nada y sus enseñanzas no son más que mandaros de hombres (Isaías 29, 13). Y por si fuera poco, ratificó contundentemente su acusación: “Vosotros dejáis a un lado el mandamiento de Dios y os aferráis a la tradición de los mayores”. Y añadió: “¡Que bien anuláis el mandamiento de Dios para conservar vuestra tradición!”. Y los apabulló con taxativos ejemplos de su práctica retorcida.
La acusación a sus discípulos, llegaba también al propio Jesús invitado a comer un día en casa de un fariseo, que se extrañó al ver que no se había lavado las manos antes de comer. Indignado Jesús, una vez más, les quitó la careta tanto a los fariseos como a los maestros de la Ley: “Vosotros limpiáis por fuera la copa y el vaso, mientras que vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad. ¡Insensatos!. El que hizo lo de fuera ¿no hizo también lo de dentro?”. Y continuó sin tapujos, con una serie de críticas de sus nefastas actitudes. Sin duda, una comida indigesta con tal sobremesa. Porque cuando Jesús salió de allí, los maestros de la Ley y los fariseos, comenzaron a acosarlo terriblemente y a proponerle muchas cuestiones, tendiéndole trampas con intención de sorprenderlo en alguna de sus palabras. (Lucas 11, 37-54).
(continuará)
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