La tripartita columna vertebral
era para los alquimistas el crisol de la conciencia. Sabían que los ángeles
lunares eran especialmente activos en la simpática sección del espinazo(1) que
rige las funciones relacionadas con la conservación y bienestar del cuerpo, y
designaban dicha sección con el elemento sal. Veían claramente que los
lucifernarios espíritus marcianos gobernaban la sección relacionada con los
nervios motores que difunden la dinámica energía almacenada en el cuerpo por
los alimentos, y simbolizaban dicha sección en el azufre. La tercera sección,
que señala y registra las sensaciones trasmitidas por los nervios recibió el
nombre de mercurio, porque decían que estaba regida por los espirituales seres
de mercurio.
Contrariamente a lo que afirman
los anatómicos, el canal formado por las vértebras no está lleno de fluido,
sino de un gas semejante al vapor de agua(2) que pude condensarse cuando se
expone a la acción atmosférica; pero que también puede sobre calentarse por la
vibratoria actividad del espíritu hasta un grado en que se convierte en el
brillante y luminoso fuego de la regeneración. Este es el campo donde actúan
las grandes Jerarquías espirituales de Neptuno, y le llamaron ázoe los
alquimistas. Este fuego espiritual no es el mismo ni brilla igualmente en todos
los hombres, sino que su intensidad depende del grado de evolución espiritual
del individuo.
Cuando el aspirante a la vista
superior estaba instruido en el misterio de estos simbolismos y había llegado
la hora de hablarle con toda claridad, se le comunicaban las siguientes
enseñanzas, aunque no con las mismas palabras ni en la misma manera. Pero de
todos modos se le daba a entender claramente que “desde el punto de vista
anatómico, pertenece el hombre al reino animal e inmediatamente inferior a este
reino está el vegetal constituido por las plantas, que son puras e inocentes, y
se propagan libres de pasión, de modo que toda su fuerza creadora se dirige
hacia la luz, donde se manifiesta en la flor, cuya hermosura es un goce para
quienes la contemplan”.
Sin embargo, las plantas no
pueden proceder de otra manera porque carecen de inteligencia, no conocen el
mundo exterior ni actúan con libre albedrío. Tan sólo son capaces de crear en
el mundo físico.
Más arriba del hombre en la
escala de evolución están los dioses que crean en los planos físicos y
espiritual. También son puros como las plantas, porque toda su fuerza creadora
se dirige hacia lo alto y se consumen tal y como ordena su inteligencia.
Conocen el bien y el mal y siempre obran bien a su albedrío.
Entre el reino de los dioses y
el de las plantas está el hombre, un ser dotado de inteligencia, de poder
creador y de libre albedrío para usar de él en bien o en mal. Sin embargo, en
su presente estado se halla bajo el dominio de la pasión infundida por los
espíritus de Lucifer, y así dirige hacia abajo, contrariamente a la Luz, la
mitad de su fuerza creadora para halagar sus sentidos. Es indispensable variar
esta condición antes de progresar espiritualmente; y por lo tanto, conviene tener
muy en cuenta la similitud entre la casta planta y los puros dioses
espirituales, pues ambos dirigen toda su fuerza creadora hacia la Luz.

(continuará)

Orden de Sión+++