Sexta Palabra: Todo se ha consumado
Jesús ha examinado Su vida. Su obra y Su misión la ha vivido hasta el final con fidelidad al Padre. Se cumple la Escritura: Los soldados se reparten las vestiduras de Jesús y Él entrega Su Madre a los suyos, constituyéndose el núcleo de la Iglesia redimida con Su sangre. Todo está cumplido. Desde Belén al Calvario, día a día, Jesús fue cumpliendo meticulosamente lo que programó en la eternidad a Su Padre y anunciaron en el tiempo los Profetas.
No estoy solo, Señor, formo parte de Tu empresa redentora. Necesitas mi colaboración también para cumplirla totalmente. Tómala pues: Mis dolores, mis penas, mis pecados, mis amores, mis odios, mis luces, mis sombras, mi sangre, mi vida, mi muerte. Y que al morir, sienta yo también la alegría de haber cumplido mi misión en el Plan infinito del Padre. Por eso mueres en la Cruz, Tú cumples por todos. Todos cumplimos en Ti. La Pasión se ha consumado. La sangre ha sido derramada y los pecados perdonados, y la redención de los hombres a tan alto precio conquistada. La muerte de Jesús en acto de oración, es la consumación de Su vida como Hijo, Su vuelta por tanto al Padre.
“Consummatum est”. En la Cruz se cumplió todo, porque en la Cruz está la fuerza y la sabiduría Divinas, la perfección y la plenitud de todas las cosas. Lo que es enigma para el hombre, lo que es “escándalo para los judíos y locura para los gentiles”, es omnipotencia para Dios. En ese “todo se ha cumplido”, Cristo dice: Quedáis libres, ya he pagado vuestras deudas con el precio de Mi sangre. “Todo está cumplido”, significa que la obra del Padre le ha confiado a Jesús, ha sido realizada plenamente y que Jesucristo ha recorrido el camino hasta el final, siempre obedeciendo al Padre.
Jesús derrotó el poder de las tinieblas y abrió las puertas de la Vida, ganando la verdadera libertad de los Hijos de Dios. Pero es que además, los frutos de la Redención de Cristo, también alcanzan a Dios, al menos, han transformado, por el sacrificio de Su Hijo, la imagen de un Dios Omnipotente, justiciero y castigador , en una nueva visión de Dios, más cercano a los hombres, que llora por la muerte de sus amigos, que cura a los enfermos y endemoniados, que perdona a los pecadores, en suma, que ama a sus amigos hasta el punto de dar la vida por ellos.
Con la Sexta Palabra de Cristo en la Cruz, donde se ha consumado la Nueva Alianza entre Dios y los hombres, más sin embargo, la redención de Cristo no termina en Él. Ciertamente, Jesús muere en la Cruz, pero Su Obra, apenas comenzada, debe continuar en nosotros, los creyentes, sus discípulos.
La hora de Nuestro Señor había llegado. La agonía comenzaba ya su parte final y un sudor frío cubrió Su cuerpo. San Juan estaba al pie de la Cruz y limpiaba los pies de Jesús con un paño. María Magdalena, rota de dolor, se apoyaba contra la Cruz en la parte trasera. La Virgen María, estaba de pie, entre el Buen Ladrón y sostenida por Salomé y María la de Cleofás, su hermana, alzando los ojos a la búsqueda de Su amado Hijo agonizante.
En el campo del dolor, la sed, el silencio y la injusticia, la semilla Divina, caída en tierra, ha dado frutos abundantes: Mártires, santos, cooperantes, voluntarios, misioneros, religiosos, médicos, educadores, políticos y toda una pléyade de hombres y mujeres anónimos, de buena voluntad, que dan testimonio con sus vidas, de Aquel que nos amó hasta el extremo: Jesús de Nazaret, el Mesías.
Y dejaste el último aliento pegado en la Cruz, en aquella tarde de Sol, cuando las tinieblas evidenciaron tu último suspiro. Ahí dejaste hasta la última gota de Tu sangre en donación total, y con tus brazos enclavados, abrazaste a la humanidad.
(continuará)
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