La Regeneración
del Espíritu
No
sólo es el complemento necesario, sino que constituye el motor del proceso. El
apóstol Pablo, el gran evangelizador, escribía a los Romanos (XII): “Os
exhorto, hermanos, a presentar vuestros cuerpos en víctima viviente, santa,
agradable a Dios. No os conforméis con este mundo, transformaos por la
renovación de vuestra inteligencia, a fin de discernir cuál es  la voluntad de Dios, lo que es bueno y
agradable para Él, lo que es perfecto”. Luego, determina un cierto número de
preceptos en las relaciones mutuas, y acaba diciendo: “Ha llegado la hora de
despertaros de vuestro sueño, pues ahora la salvación está más cera de
vosotros. La noche está avanzada y el día muy cercano. Rechacemos las obras de
las tinieblas y revistámonos con las armas de la
Luz. Como en pleno día, comportémonos
dignamente, sin comilonas, orgías, amancebamientos o libertinajes; revistamos
el Señor Jesucristo”.
Es un
texto elocuente y significativo de la transformación que un buen cristiano debe
operar, pero nosotros somos más que simples cristianos, somos “llamados”
directamente por el Cristo, a ser parte integrante de Su Milicia. Así, nuestra
transformación, nuestra conducta, nuestro comportamiento, deben ser mucho más
rigurosos. Por la Iniciación Crística
que hemos emprendido, debemos llegar muy pronto a tener el mismo Espíritu del
Cristo. Tenemos la obligación imperiosa de esforzarnos para conseguirlo.
Debemos caminar y dar un paso firme y seguro hacia la Santidad, porque ésta, es
una condición fundamental para ser Hijo de Dios, pues sin ella, no podemos
entrar en relación directa y plena con el Padre, pues está escrito: “Seréis
santos pues Yo Soy santo” (Levítico XI, 44 y Pedro I , 16).
                                      
Ser
santo o santificado, significa “haber sido puesto aparte para el servicio de
Dios”, es vivir de una manera especial y distinta del resto del mundo, en plena
dedicación a la Obra Divina.
Dios escoge a sus servidores, les llama para que salgan del mundo dominado por
el Príncipe de las tinieblas y que sean totalmente suyos. Hemos sido llamados
para entrar en la Santa Milicia
y ahora nos hace falta corresponder a esta elección, llegar a ser santos para
pertenecer realmente a Dios. Esto supone santificar todo nuestro ser:
Cuerpo-Alma y Espíritu y particularmente éste último. “El que no tiene el
Espíritu del Cristo, no le pertenece”. (Romanos VIII, 9), nos dice otra vez
Pablo, que nos dice también: “No sabéis que sois el Templo de Dios y que el
Espíritu de Dios habita en vosotros”. Pero, “Dios da sólo Su Espíritu a los que
le obedecen”. (Hechos V).
Unos
creen que para ser agradables a Dios, les basta el amor. Es cierto si
comprendéis de qué amor se trata, lo que significa y cómo se manifiesta. Este
Amor, es mucho más que un sentimiento de afección o cariño, supera aún la
adoración de Dios, puesto que el Cristo declaró que muchos le adorarían en vano
si respetan los mandamientos de los hombres en lugar de los de Dios. (Mc. VII,
7). Juan nos dice, que el Amor de Dios consiste en guardar sus Mandamientos,
(Juan 8, 3) y respetar el Mandamiento de Dios, es ser santo, es salir de este
mundo para vivir en el mundo Divino. No salir físicamente, sino
espiritualmente. En el famoso capítulo XVII de Juan, dice Jesús al Padre: “No
te pido sacarles del mundo, sino preservarlos del mal, no son de este mundo,
como tampoco Yo”.
La
sociedad en la que luchamos, no sabe hacer la distinción entre lo profano y lo
sagrado porque todo ha sido profanado. Pero nosotros hemos sido puestos aparte
para un designio particular de Dios y somos totalmente preservados del mal,
mientras cumplimos con lo que Dios nos manda, mientras somos santos,
“purifiquémonos de toda mancha de la carne y del Espíritu, cumpliendo nuestra
santificación”, dice también Pablo a los Corintios (II Cor. VII, 1).
En
resumen, para conseguir la
Regeneración de nuestro ser en los tres Planos, nos hace
falta ser santos, es decir, comportarnos en todo momento como fieles servidores
del Padre, como auténticos soldados de la Santa Milicia, haciendo de
nuestro cuerpo un verdadero Templo del Espíritu, de nuestra Alma, un Atanor de
permanente purificación y nuestro Espíritu un auténtico pedestal del Espíritu
Santo.
                                      
Conocemos
el camino, sabemos lo que tenemos que hacer y hemos tomado la firme decisión,
así lo espero, de acelerar nuestro proceso de Regeneración.
Estas
son las bases del  proceso, y las estimo
imprescindibles para poder utilizar las dos Piedras Alquímicas de que
dispondremos pronto, que ya teneos virtualmente entre las manos: La Iniciación Crística,
Piedras del Cristo y el Entomoserum, Piedra de la Madre.

Non Nobis Domine

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