No es nada fácil, amar la verdad y proclamarla con serena firmeza, cuando están de moda la duda, la mentira y la hipocresía. No es fácil dar, cuando sólo esperamos recibir. No es fácil servir a los demás, cuando nuestro mundo nos empuja a desear ser servidos. No es fácil respetarse y respetar a los demás, cuando los mensajes de los medios denigran frecuentemente al hombre y la mujer, y que nos transmiten imágenes materialistas de que el éxito puede carecer de sentido ético. No es fácil ser honestos cuando nos rodea la corrupción y tenemos que aprender a sobrevivir rodeados de ella. No es fácil tener un proyecto de vida que merezca la pena, que nos dé motivos para vivir, ante una sociedad privada de horizontes. No es fácil ser éticos ante el permisivismo moral y ante una sociedad del consumo desenfrenado de bienes como medida de lo bueno. No es fácil ser bondadosos cuando hoy, para muchos, el ideal no es hacer el bien, sino ser útiles. No es fácil transmitir fuerzas para ser y vivir de acuerdo con unos valores elegidos, interiorizados y asumidos. No es fácil luchar de manera coherente con lo que pienso, digo y profeso. No es fácil vivir la tarea diaria, sin convertir el saber en un poder, sino en una capacidad que obliga al servicio. No es fácil ejercer la autoridad como servicio y no  cómo un privilegio. No es fácil agradecer la belleza de la justicia y defenderla. En fin, no es fácil, pero en un mundo humanamente deficitario ¿no será el servicio generoso y la entrega radical a nuestra misión un mensaje entendible para todos?.
En resumen, si tenemos en cuenta todo lo antedicho, podremos trazar los siguientes rasgos característicos de una persona virtuosa llena de fortaleza:
Ø     Señorío de sí.
Ø     Armonía.
Ø     Autorrealización laboral.
Ø     Actitud positiva.
Ø     Esperanza.
Ø     Calma.
Ø     Objetividad.
Ø     Realismo.
Ø     Coherencia.
Ø     Libertad responsable.
Ø     Espíritu previsor.
Ø     Gratitud.
Ø     Profundidad de la satisfacción.
Ø     Ecuanimidad y objetividad.
Ø     Entrega al bien común.
         Ø     Compromiso con los valores mismos.
  Ø     Responsabilidad para con las generaciones venideras.
Para finalizar,  quiero dejar constancia para que la recordemos de una parábola, que se refiere al plantador de palmeras y cedros. Dice así:
Un anciano plantaba palmeras y cedros. ¿Por qué trabajas siendo ya tan viejo?, le decían, plantas árboles cuyas sombras no gozarás y cuyos frutos no degustarás. El anciano decía: Si el Señor me considera digno, comeré y descansaré a su sombra, y si no, trabajaré para mis hijos como lo hicieron mis padres para mi. Pero llegó la noticia de que un bosque cercano  había sido arrasado por las llamas y entonces el anciano dijo: Debemos replantar los cedros. ¿Los cedros?, le dijeron, ¡pero si tardan siglos en crecer!. Por eso mismo, contestó el anciano, tenemos que comenzar de inmediato, no hay un minuto que perder. Así hermanos y hermanas, cuando no tengamos otra cosa que hacer, plantad un árbol. Tened la seguridad de que irá creciendo mientras dormís.
Non Nobis.

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