EL MANDAMIENTO DEL AMOR

Así que salió Judas dijo Jesús: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del Hombre y Dios ha sido glorificado en Él. Entonces da u nuevo precepto a los suyos: “Que os améis los unos a los otros, como Yo os he amado, así también amaos mutuamente”. En esto conoceréis todos que sois mis discípulos: Si tenéis amor unos para otros. Le dijo Tomás: NO sabemos adónde vas, ¿cómo pues podemos saber el camino?. Jesús les dijo: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida, nadie viene al Padre sino por Mí.. El que me ha visto a Mi ha visto al Padre, Creedme que Yo estoy en el Padre y el Padre en Mi, a lo menos, creedlo por las obras.

Si me amáis, guardaréis mis mandamientos, y Yo rogaré al Padre y os dará otro Abogado, que estará con vosotros para siempre, el Espíritu de la Verdad que el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce, vosotros le conocéis, porque permanece con vosotros y está en vosotros. No os dejaré huérfanos, vendré a vosotros. El que recibe mis preceptos y los guarda, ése es el que me ama, y el que me ama a Mi será amado de Mi Padre y Yo le amaré y me manifestaré a Él. Os he dicho estas cosas mientas permanezco con vosotros, pero el Abogado, el Espíritu Santo que el Padre enviará en Mi nombre, ése os enseñará todo y os traerá a la memoria todo lo que Yo os he dicho. “Nadie tiene amor mayor que este de dar la vida por sus amigos”.

GETSEMANÍ

Getsemaní, que significa “lugar de aceite”, estaba al pie del monte de los Olivos. Allí solía pasar Jesús la noche con los suyos porque era un lugar idóneo para la oración. Eran poco más de las nueve cuando llegó allí Jesús con sus discípulos. En esos momentos, se inicia la Noche de Pasión, la noche oscura del alma, el combate entre la Luz y las tinieblas; el abandono de sus discípulos, el miedo a la angustia humana ante el sufrimiento.

Jesús dijo a sus discípulos: “Sentaos aquí mientras Yo voy a orar”. Y tomando a Padre, Juan y Santiago, comenzó a entristecerse y angustiarse. Entonces les dijo: “Triste está mi alma hasta la muerte. Quedaos aquí y velad conmigo”. Adelantándose un poco, se postró diciendo: “Padre mío, si es posible, que pase de Mi este cáliz, sin embargo, que no se haga Mi voluntad sino la Tuya”. Entonces se le apareció un ángel que le confortó, pero lleno de angustia, sudó gruesas gotas de sangre que corrían hasta la tierra.


 

Dios permitió que Jesús sufriera para que pudiéramos ser redimidos. Quiso el Señor cargar esa debilidad sobre sí mismo, haciéndose igual a nosotros para que nosotros nos hiciéramos iguales a Él en fortaleza y obediencia a la voluntad de Dios. Todos estamos habituados al Dios poderoso, con gran poder, pero no al Dios hecho hombre que muestra Su abatimiento en la entrega. Jesús había aceptado morir por el hombre, de todos los tiempos y lugares del mundo y no iba a dejar a la humanidad ante una Redención fallida.

Postrado en tierra, sumergido en un mar de tristezas, todos los pecados del mundo se le aparecieron bajo infinitas formas en su auténtica deformidad. Él los tomó todos sobre sí y ofreciese en Su oración a la justicia de Su Padre celestial para pagar esta terrible deuda. Jesús sabe que en ese instante, está en juego el Reino de Dios y el poder de Satanás, e invoca a Su Padre: ¡ Abba, Padre mío!”.

Después de la oración, salió fortalecido, sereno y sin amargura. Ha estado con Su Padre y se ha puesto dócilmente en sus manos. La oración fiel y confiada da el fruto en medio del dolor del mundo. La oración, es imprescindible para situarse ante el dolor y el mundo necesita hoy más que nunca, de la oración contemplativa.

Volviendo a sus discípulos, los encontró dormidos y dijo a Pedro: “¿No habéis podido velar conmigo una hora?. Velad y orad para que no accedáis a la tentación. El espíritu está pronto, pero la carne es flaca.” De nuevo se marchó a orar por segunda y tercera vez, mientras los discípulos dormían.

EL PRENDIMIENTO

Jesús fue detenido en el valle de Cedrón, probablemente la noche del día 14 de Nisán (7 de Abril) del año 33. Le quedaban quince horas de vida. Llegó Judas, uno de los doce, y con él una gran turba armada de espadas y garrotes, enviadas por los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo. Judas ofrece al Sanedrín la acusación que necesitaban para instruir el proceso contra Jesús.

¿Quién ordenó la detención de Cristo?. A pesar de que Jesús no fue un revolucionario político, fue detenido, acusado, condenado y ejecutado por el delito de rebelión por orden de Poncio Pilatos a instancias de la aristocracia sacerdotal judía. Conociendo Jesús lo que iba a suceder, salió y les dijo: “¿A quién buscáis?”. “A Jesús nazareno”. Él les dijo: “Yo Soy. Si me buscáis a mi, dejar ir a éstos”. Para que se cumpliese la palabra que había dicho “De los que me diste, no se perdió ninguno”.

El que iba a entregarle, les dio una señal: “Aquel a quien yo besare, es ese. Prendedle”. Al instante, acercándose a Jesús le dijo: “Salve Rabbi”. Y le besó. Jesús le dijo: “Amigo, ¿a qué vienes?”. Entonces se adelantaron y se echaron sobre Él prendiéndole.

Pese al beso del traidor, esto no es una historia de desamor, por el contrario, en la Redención se manifestó la bondad de Dios, nuestro salvador y Su amor a los hombres, ya que Cristo Jesús se entregó por nosotros, para rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celador de buenas obras. Jesús fue capaz de morir con amor y así Su martirio redime y libera, pues el amor, es siempre mas fuerte que la muerte.

Viendo los que estaban con Jesús lo que iba a sucederle le dijeron: “Señor ¿herimos con la espada?”. Simón pedro sacó la espada e hirió a Malco, un siervo del pontífice cortándole la oreja derecha. Pero Jesús dijo a Pedro: “Vuelve tu espada a su lugar, pues quien toma la espada, a espada morirá. ¿O crees que no puedo rogar a Mi Padre, quién pondría a mi disposición más de doce legiones de ángeles?. El cáliz que me dio Mi Padre, ¿no he de beberlo?”. Entonces Jesús, en Su soberano poder, se entregó voluntariamente a sus enemigos.

Todos los discípulos le abandonaron y huyeron, tan solo quedó el Maestro, sereno, inmutable, con la cabeza erguida. La cohorte de soldados y los alguaciles de los judíos, se apoderaron de Jesús y le ataron. Un cierto joven, le seguía envuelto en una sábana sobre el cuerpo desnudo; trataron de apoderarse de él, pero escapó. Probablemente, se tratara de Marcos, que tendría 13 ó 14 años, el cual dejó la sábana atrás, la cual la recogió Malco que la entregó a su amo, José de Arimatea, miembro del Sanedrín.
Copyright. Todos los derechos reservados. Orden del Temple.