Pablo, que nunca se llama a sí mismo Saulo, se identifica como un judío de Tarso (Sicilia), nacido entre el 5 y 10 d.C. Es probable que por nacimiento fuera ciudadano romano y de niño hablaba griego, aunque sabía leer hebreo y hablar arameo, pues era fariseo. Pablo se jacta de haber comenzado su actividad pública como líder de grupos violentos que atacaban a los cristianos judíos, hasta su famoso encuentro con la voz de Cristo resucitado camino de Damasco. Aceptó convertirse en Apóstol de alguien que no había conocido y dedicó toda su vida a la conversión de los gentiles. Después del 64 d.C., murió mártir en la Roma de Nerón, tras una labor apostólica de treinta años.
En el Nuevo Testamento, hay siete cartas que son sin duda de Pablo, compuestas entre el 51 y el 62, que las convierten en los primeros textos cristianos que poseemos. Hay otras seis que le atribuyeron sus discípulos, así como la mayor parte de los Hechos de los Apóstoles de Lucas, donde Pablo es el héroe, y así, una tercera parte del Nuevo Testamento, es Paulino.
Jesús cuando murió, seguía confiando en la Alianza con Yahvé, por lo que no puede considerarse creador de una nueva fe. Pablo es más un agitador que un teólogo místico o un pensador sistemático.
Su Yahvé se encoge hasta no ser más que Dios Padre y en la práctica, en la relación con el Hijo tiene muy pocas funciones. Para Pablo, Cristo es el Hijo de Dios, no el Hijo del Hombre, aunque nunca dice que Jesús hubiera afirmado ser el Mesías. En este aspecto, Marcos coincide con Pablo, contrariamente a Mateo y Juan. Hasta el Evangelio de Juan, la Encarnación no es una idea central, porque se basa en la pre-existencia de Cristo que baja del cielo, por tanto, él elude ésta a favor de la incorporación al Cuerpo Espiritual del Cristo Resucitado.
La Parusía o segundo advenimiento de Cristo, anima todo lo que Pablo escribe. Para Moisés, Adán fue antes que la Ley; para Cristo, Moisés fue el reino de la Ley. Ahora, el fin inminente, es todo para Pablo.
El Evangelio de Marcos
Los Evangelios, tal como los tenemos ahora, fueron escritos aproximadamente entre treinta y cincuenta años o más, después de la crucifixión de Jesús. Tratan casi exclusivamente de los tres últimos años de Su vida, entre los 37 ó 40 años de edad. El Evangelio de Juan, parece abordar los tres últimos meses. Si se acepta que nació 6 ó 7 años antes de la Era común, se fecharía la crucifixión en el año 34, es decir, diecisiete años antes de la primera Epístola de Pablo. El Evangelio de Marcos más antiguo, es de la época de la revuelta judía contra Roma (66/70 d.C.), que culminó con la devastación del Templo.
No se sabe bien quien era Marcos ni de donde escribió, solo que no fue en la tierra de Israel. Es muy improbable que conociera a Jesús, pues su edad cronológica sería de unos 12-14 años; tampoco parece que lo conocieran Mateo ni mucho menos Lucas, que fue discípulo de Pablo. Si Marcos y los demás se basaron en un texto cristiano anterior, es algo que no se puede afirmar, aunque parece dudosa la transmisión pura de tradiciones orales. Lo seguro es que ninguno representa relatos fiables de lo que Jesús enseñó, de palabra u obra. El Evangelio de Marcos flota sobre el fin de los tiempos y lo más extraño, es que todos están convencidos de que Cristo regresará pronto, pero han pasado más de dos mil años y esto aún no ha sucedido. El autor de Marcos, habla de forma hermética y no muy deseoso de ayudar a interpretar la Buena Nueva. Su Evangelio acaba bruscamente con la llegada de las tres Marías al sepulcro, pues los Versículos del 9 al 20, son un añadido posterior, donde Jesús grita en arameo “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?”, lanza un grito y expira.
La parábola del sembrador que aparece en Marcos y Mateo, representa un intento de Jesús de sembrar la Palabra de Dios y en Marcos los discípulos fracasan a la hora de entenderla. Los pájaros que devoran las semillas del Salvador pertenecen y de hecho son Satán.
El Evangelio de Juan
Hay una proclama del Jesús de Juan que dice: “Antes que Abraham existiera, Yo Soy”. De hecho, la Tradición judía no presta mucha atención a esta majestuosa proclama, hasta que en el siglo XII Maimónides la desarrolla en su Guía para Perplejos. El enigma se hace mayor, cuando la indiferencia de los primeros rabinos ante el sorprendente “Ehyeh Asher Ehyeh”, contrasta con la obsesión cristiana del capítulo 3 del Éxodo que se inicia en el Nuevo Testamento; se vuelve abrumadora con los padres de la Iglesia y culmina con la obsesión de Agustín por ese pasaje, para quien contenía la clave más profunda a la esencia metafísica de Dios.
Los judíos siguen atrapados en las redes de su propio pensamiento: “¿Cómo podía Jesús que no tenía ni cincuenta años haber conocido a Abraham?”. No entienden que el Ego que Jesús menciona es el Yo del Logos eterno, que existía en un principio, el Yo del propio Dios. Los judíos no comprenden que el Ego de la eternidad va a oírse en una persona histórica, que como hombre es uno de sus iguales y cuyos padres conocían. No pueden comprenderlo porque eso solo puede hacerse por la fe. Los eruditos afirman que el Evangelio de Juan, fue escrito a finales del siglo I, después de los sinópticos y al igual que el Jesús el Gnosticismo, el de Juan es propenso a decir: Yo Soy. Quizás exista un Evangelio Gnóstico anterior dentro del de Juan. Cuando Jesús dice: “Si Mi Reino fuese de este mundo, Mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos”, lo que implica que Jesús ya no es un judío, sino otra cosa. Juan es un judío antisemita, pero para el cristianismo es teológica y emocionalmente crucial.
Jesús y Cristo
¿Se consideraba Jesús a Sí mismo el Cristo, el Mesías davídico?. En los Evangelios sinópticos Jesús se muestra esquivo en relación a Su identidad. No hay razón para dudar de que Él y sus seguidores conocieran Su ascendencia davídica y la ejecución del Bautista fue un presagio.
Jesús, contrariamente a Mahoma, no se consideró el Sello de los Profetas y aplazó cualquier definición de Su llamada, aunque siempre expresó la certeza de que era Yahvé quien le había llamado. Cuando Jesús se llama Hijo de Dios, parece pensar que José y David eran Hijos de Dios y todos los israelitas en cuanto hijos de Abraham, eran hijos e hijas de Dios. En Marcos afirma que Dios es Su Padre tres veces; treinta y una en Mateo y mas de cien en Juan. Para cualquiera que no sea cristiano creyente, es que Jesús no cree ser la encarnación de Yahvé y menos en el momento de Su muerte cuando pregunta a Su Abba por qué le ha abandonado.
El meollo del paso de Jesús de Nazaret a Jesucristo, es una constelación que podemos denominar: Encarnación >> Mesías crucificado >> Expiación, que es algo no judaico, sino de unos seguidores anónimos de Jesús, quizás más en Siria que en la tierra de Israel, pues Santiago el Justo y sus seguidores de Jerusalén y Galilea, eran esencialmente judíos cristianos más que cristianos judíos. Es posible que Saulo se convirtiese en Pablo, el Apóstol de Damasco y encaminar su misión a los gentiles, llegando a un incómodo acuerdo con Santiago, el hermano de Jesús, que no tenía interés en convertirlos.
Yahvé, el nombre Divino
YHVH, es el nombre de Dios en la Biblia hebrea, donde aparece unas seis mil veces. Como se pronuncia, es algo que nunca sabremos. Después del regreso de Babilonia en el V a.C., se consideraba que el nombre era mágico y no se pronunciaba. En lugar de Dios, se le llamaba Elohim (Ser o seres Divinos), o Adonai (mi Señor). El nombre de Yahvé es muy antiguo, utilizado en la canción de guerra de Débora (Jueces, 5), que pertenece al siglo XI a.C.
La manera de hablar de Yahvé no es enigmática. Jesús se dirige a Él como Abba, la palabra aramea que significa Padre. Jesús anhela a Yahvé y solo a Yahvé. Los teólogos, desde Filón de Alejandría hasta hoy, han intentado oscurecer la frecuente aparición de Yahvé en la Biblia hebrea, en forma de humano teomórfico. Jesús era un rabino (Maestro) y enseñaba la Torá, aunque desviándose mucho de ella y dando Sus propias aportaciones. No vino a abolir la Ley sino a darle cumplimiento. ¿Quién era y es Yahvé?. Ni el Tanakh, Talmud, Kábalah, Corán y Nuevo Testamento juntos, son suficientes para abarcar todo lo que nos dice y lo que no nos dice.