La fecundidad
En la mentalidad de las gentes de ese tiempo, la mujer estaba asociada a la vida, como ocurre en otras religiones a la tierra. De ahí su exclusivo destino y valoración: La maternidad y fecundidad, siendo esta última un signo de la bendición Divina, y la esterilidad (siempre atribuida a la mujer), era un oprobio o un castigo. Debe tenerse en cuenta que la sangre, signo de vida, convertía en impura a la mujer en sus periodos de menstruación y después del parto.
Las viudas
La mujer que quedaba viuda sin haber tenido hijos con su marido, debía ser desposada por el hermano de este para darle descendencia. Esa era la Ley del Levirato, la cual era también una salvaguarda para la mujer viuda sin hijos, pues quedaba desamparada y sin derechos, que daba como resultado el dedicarse a la mendicidad, o vivir de la caridad y las limosnas. Viudas y huérfanos, eran otro de los grupos de marginalidad, siendo sin duda los más pobres entre los pobres.
El repudio
Más que divorcio, se trataba de repudio, como derecho exclusivo del varón, y sólo se discutía si se podía repudiar a la mujer por cualquier motivo. Se le ponía en la mano el libelo con la causa aducida y se la echaba de la casa conyugal. Cuando a Jesús le plantearon el problema, Él no se detuvo en discusiones estériles, sino que ratificó de manera taxativa, el Pan original querido por Dios y explicitado en el Génesis. La fidelidad y el amor, como realidades esenciales de la unión matrimonial.
La poligamia
Desde remotos tiempos, se había constituido en un derecho del varón, en detrimento de la dignidad de la mujer, convertida así en objeto de placer o posesión, también de discriminación, ya que se distinguía entre jerarquías de mujeres, siendo esposas o concubinas. Salomón aparece como el polígamo más destacado por sus excesos en la corte, ya que tuvo setecientas esposas con rango real y trescientas concubinas.
El adulterio
Era castigado con la pena del apedreamiento, pero sólo para la mujer, aunque quedaba claro que esto era cosa de dos. Por ello la Ley, ordenaba que ambos fueran condenados a muerte, pero la mujer era condenada por la prepotencia del varón que se absolvía a sí mismo.
(continuará)
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