Hno. P.G.+
Ibn Arabi, fue el teólogo chiíta que presentó la fórmula numérica para la teosofía del monoteísmo: 1+1+1=1; la cual expresó como un compendio de reflejos del Todo, a través de unos espejos los cuales en cada uno de ellos, por su situación, recogía el reflejo de todos los demás. Pero en verdad, esto queda muy simplificado para la profundidad teosófica que esta expresión numérica contiene.
Ante este aspecto, de comprender esta fórmula, debemos primeramente convertirnos en observadores de este mundo por un instante, para comprender que todo el mundo es un gran animal. Por ejemplo ¿existiría vida en la Tierra sin tierra, solo con agua o al contrario, todo de tierra desértica sin agua?. Todo es un compendio que da forma al mundo actual, convirtiéndole en un gran ser, la Gaia, como indicaban los griegos.
La biología actual después del misticismo adámico del barro, del darwinismo animal y de la genética, nos dice que todo es una hélice de creación unánime. Esto quiere decir que de la pequeña célula inicial, creada por los sustratos de tierra en el agua, partió la creación de una segunda célula y así hasta un organismo, un cuerpo en paridad y después el hijo, hasta tener la vida actual, siendo una creación de la Naturaleza, la cual todas sus funciones son copias de la anterior bajo un mismo prisma de comportamiento. Todo es bipolar.
Por ello, como el hombre ha sido creado por la Naturaleza, de ella misma como todas las creaciones naturales que nos rodean, están creadas bajo el mismo sistema de funcionamiento que nuestro cuerpo, y de esta forma podemos decir que un cuerpo es un mundo o un Universo. Por ejemplo ¿cuántas estrellas hay en el firmamento y cuantas células hay en el cuerpo?. Si tuviese mente un brazo ¿conocería tu cerebro tan distante del brazo o tu estómago?. Es más simple.
Dentro de nuestra propia mente, el cerebro desde su propia gestación en el seno materno, organiza las funciones motoras y orgánicas del cuerpo, pero la razón, que está en el propio cerebro no reconocía la existencia de órganos en el cuerpo hasta su descubrimiento y estudio. Esto quiere decir que la creación de la Naturaleza está hecha de un solo cuerpo, pero con partes que trabajan juntas, pero que no son la misma parte, el mismo ente pero que en unión, forman un solo cuerpo. Por tanto, de igual forma que la mente no conocía los órganos internos, pero los regulaba y gestionaba, también el Todo funciona respecto al hombre.
El hombre cuando se vio solo, necesitó de su consorte, la mujer, para dar vida, pero cuando tuvo al hijo éste se sintió indefenso porque el Todo, colectivamente, pero cada parte por un lado, desconocido para la otra parte, pero formando siempre un Todo, lo tragaría como una ballena a un pequeño pez por lo que nació la necesidad de civilización, de crear un gran animal compuesto de muchas partes inconexas, para frenar el avance dominador del Todo, Gaia. El propio Tomás Hobbes, nos habla en su obra el Leviatán, que toda la civilización unida bajo un solo gobernador que represente a las distintas personalidades en una, sería un gran Ser individual, el Leviatán, la gran civilización.
De esta forma podemos entender la expresión del Dios monoteísta, como cuerpo o ente del cómputo del Todo o el Todo por excelencia y no desde el punto de vista tradicional, de un ser individual, emanador del Todo, como si ese Todo no fuera él mismo. Por ello el 1+1+1+111=1, y la expresión bíblica Elohín, narrada en el Génesis cuando Adán tomó la manzana: “He ahí al hombre que ha llegado a ser como uno de nosotros (como un Dios) por el conocimiento del bien y del mal” (Génesis 1, 22); puesto que el Padre sería la unión de cada individuo, que ya es un dios en su ser, por ello, el reflejo del Todo, como Ibn Arabi nos exponía. Pero la reflexión teosófica y filosófica del reflejo del Todo en el individuo, que todos en suma, es la existencia del Todo, que es el sujeto reflejado; y no es un pensamiento islámico o del propio teólogo chiita, sino un pensamiento socrático y platónico, perteneciente a los misterios de la mayéutica y a los de Eleusis, o sea, a niveles numéricos, un pensamiento Aristotélico, pues fue él la expresión numérica de toda la escuela Socrática, con su triángulo pitagórico (la suma de los catetos igual a la hipotenusa) y su pentagrama como exponente de los cinco elementos de la creación de vida, bajo un solo eje central emanador femenino, y con sus respectivas paridades de cada uno de los elementos.
(continuará)
Copyright. Todos los derechos reservados. Orden del Temple.