Autora: Hna. M.A.V.+
Hace poco me ocurrió algo que quiero compartir con ustedes. Tenía que llevar a mi papá donde el doctor pero primero tenía que ir a su casa y de ahí mi hermano nos llevaría. Nos comunicamos por teléfono y le dijo que yo ya iba, mi casa esta aproximadamente a 10 minutos de la casa de mis papas.
Eran las 2 y media de la tarde y mi esposo tenía que recoger el carro del mecánico. Así es que salimos juntos, al llegar a la avenida había una congestión vehicular y tomamos el taxi de una empresa conocida que pasaba frente a nosotros, a los pocos minutos de recorrido mi esposo le comunico al chofer que se bajaba en la esquina por que iba a tomar otro taxi, ya que se iba en sentido contrario, pero repentinamente cambió de opinión y le dijo al chofer que primero me lleve a mí y después lo lleve a él donde tenía que ir. Veníamos conversando con mi esposo, no pasó más de dos minutos cuando de pronto paró el carro en una calle solitaria y vinieron 3 hombres corriendo y abren las puertas repentinamente e ingresan al carro, rápidamente nos colocan unos gorros grandes en la cabeza que cubrían nuestros ojos y nos empujan la cabeza hacia abajo, y nos rodean con sus brazos para que no hagamos nada, éramos víctimas de un asalto. Empezaron a gritar, a hablar palabras soeces, a amenazarnos, que teníamos que colaborar de lo contrario nos harían daño. De pronto sentí que nos salía algo de la nariz y el delincuente que estaba a mi lado con una amabilidad que no comprendía me ofrecía papel para limpiarme la nariz, parece que al ponerme el gorro con tanta fuerza me la apretó y esta empezó a sangrar. Nos despojo de todas nuestras pertenencias, nuestros aros de matrimonio, le pedí por favor que no lo hiciera, pero él hizo caso omiso, después mi reloj regalo de mi hijo mayor, que lo compro cuando era muy pequeñito con sus ahorros, que yo siempre lo llevaba con mucho cariño, tenían ambas cosas un gran valor sentimental para mí, en vano fueron mis suplicas. Al lado mío estaba mi esposo al que lo amenazaban y le pedían que les diera la clave de las tarjetas de crédito, el ladrón que estaba a su lado era una persona muy violenta, que no cesaba de gritar y amenazarle con que iba a hacerme daño a mí y a mis hijos si él no colaboraba, al principio el se resistía a dar las claves, pero al final cedió.
Estuvimos aproximadamente hora y media en el carro, dando vueltas, y uno de ellos se bajaba y sacaba dinero de los cajeros. Mientras tanto yo no comprendía porque yo una persona que era tan nerviosa, que cuando se presentaba una situación difícil o de miedo, sentía que se me paralizaba el corazón, el estómago se me contraía, gritaba o lloraba. De pronto me veía a mi inexplicablemente muy serena, muy controlada, sin ningún temor, no entendía por qué tanta serenidad ante una situación tan peligrosa. Yo misma me preguntaba por qué no siento temor, por qué no me descontrolo, estaba ante una persona desconocida. Yo me preguntaba quién es esta persona, porque esa no podía ser yo, de pronto pensé, ¿Qué diría nuestra querida Preceptora que hiciera en ese momento? Y me respondí: orar. Empecé a rezar y a pedirle a Dios que calmara a estas personas, y que terminara todo esto cuanto antes, ya que veía que mi esposo se enfrentaba a los delincuentes y se alteraba, lo único que yo podía hacer era apretarle con mi codo el brazo para que se controlara.
Nos dejaron abandonados en un lugar muy solitario y lo único que hicimos fue abrazarnos y mi esposo me dijo que tuvo que darles las claves de las tarjetas porque él no quería que me hicieran daño. Mientras tanto en la casa de mis papas y en mi casa, mi familia estaba muy preocupada por nosotros, porque no tenían noticias nuestras. Y después de que todo pasó y les conté todo, sabiendo cómo era yo, ya se imaginaban como había estado de nerviosa, les dije que por el contrario, estuve muy tranquila, no me creyeron, pensaba que me hacía la valiente, la verdad que ni yo misma lo podía creer. Días después le pregunte a mi esposo, que pensaba de lo que había ocurrido, y él me dijo que me quería muchísimo y todo lo demás no importaba, se refería al dinero. Esas palabras me conmovieron muchísimo y lo abrace muy fuerte, el mal momento había pasado y lo más importante es que estábamos bien, total el dinero se hace. Después analizando lo ocurrido, me di cuenta que estaba ante una nueva mujer, una mujer más confiada en Dios, que aceptaba esto que estaba pasando como una decisión de Él, con más seguridad, que sabe que Dios quiere lo mejor para nosotros y si decidió que esto debería pasar, yo debía aceptarlo.
Pero este cambio se debe a las grandes enseñanzas que recibo ustedes mis queridos maestros, de otra forma no se hubiera dado tal cambio, por eso nunca acabare de darles las gracias, por todo lo que están haciendo por mí, porque al ayudarme a mí, no solo yo me beneficio, sino mi familia y toda la gente que me rodea. Que Dios los bendiga eternamente.
Non Nobis
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